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Bienestar digital, por Joan Amorós

"Los móviles podrían estar cambiando ya la fisonomía del cráneo y de los dedos".

Tags: 'Bienestar Digital' 'Ética tecnológica' 'Joan Amorós' 'Mobile Free Life' 'Transición Digital Sostenible'

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Joan Amorós es psicólogo, coach, fundador y director de www.mobilefreelife.com y www.desconnexions.com. Licenciado en psicología por la Universitat Autònoma de Barcelona y Master en Coaching Ejecutivo y Personal por la Universitat Pompeu Fabra, el trabajo de Amorós se centra en fomentar un uso saludable de la tecnología asistiendo a organizaciones, padres y educadores entre otros.

¿Puede explicarnos brevemente en qué consiste su trabajo?

Dirijo Mobile Free Life. Nuestro trabajo consiste en promover una Transición Digital Sostenible acompañando a personas y equipos en la búsqueda y defensa del bienestar digital. Para ello generamos y proporcionamos información así como las bases para conseguir establecer una relación equilibrada con la tecnología móvil.

¿A qué nos referimos cuando hablamos de transición digital sostenible?

Vivimos en una auténtica revolución, la concentración de cambios más importante de la historia. Esta era de la información, de Internet, del mundo digital, ha condicionado nuestra forma de ver, vivir y tomar decisiones en todas las áreas de la sociedad. La transición digital ha hecho que hayamos pasado de tener que acudir al banco y que una persona nos actualice la libreta para poder cobrar a pagar productos al otro lado del mundo en un «clic».

Nuestra principal preocupación es que esta transición sea sostenible, lo cual conlleva que las decisiones que tomamos en el presente para satisfacer nuestras necesidades no sacrifiquen la posibilidad de generaciones futuras a satisfacer las suyas.

Por eso hay que poner el foco en aquello a lo que estamos renunciando y quedarnos con todo el valor que nos proporciona la tecnología móvil sin que renunciar a lo auténtico y trascendente de la vida real.

Las apps están diseñadas para llamar nuestra atención. Pero, ¿dónde está la frontera entre atraer nuestra atención y manipular nuestro comportamiento?

No hay frontera entre captar la atención y manipular el comportamiento. Es una frontera tan desconocida como aceptada. No conozco a nadie que se lea todos los términos y condiciones de cookies y privacidad de las webs en las que entra: y éstas determinan el contenido que nos va a enganchar y captar nuestra atención. No hay nadie que eche de menos las antiguas funciones de webs y aplicaciones en las que al llegar al final de la página había que clicar a «siguiente»; estamos inconscientemente encantados con el desplazamiento hacia abajo infinito, con los videos que se pre visualizan solos, con poder dar y recibir likes y con que sea todo gratis sin tener que hacer nada.

Pero no es gratis, pagamos con nuestros datos y nuestra atención. La manipulación implícita es doble: sobre el tiempo que estamos conectados y sobre el contenido que estamos consumiendo.

¿Cuáles son las principales consecuencias de esa lucha por captar nuestra atención?

Tienen que ver principalmente con nuestra salud, nuestro bienestar y nuestras relaciones sociales.

La infinidad de estímulos y recompensas que nos brinda nos ha llevado a sentir la necesidad de verificar y utilizarlo sin que haya siquiera sonado o vibrado.

De hecho, mucha gente ya tiene las notificaciones permanentemente silenciadas y eso no ha frenado el desmesurado uso que le damos.

Ha cambiado nuestra relación con el teléfono y consecuentemente nuestra forma de relacionarnos y transitar por este mundo. Ha condicionado nuestra fisionomía y arrasado con los ciclos del sueño. Por no mencionar su impacto oftalmológico.

Y si se me permite ponerme demagógico, nos ha pasado a todos los adultos, así que imagínese el alcance que puede llegar a tener en nuestras niñas, niños y adolescentes.

Y todo esto repercute en nuestro bienestar a través de las dosis de recompensa y micro-decepción que nos da el móvil mediante nuestro sistema dopaminérgico [NdE: el término generalmente se utiliza para describir aquellas sustancias o acciones que incrementan la actividad relacionada con la dopamina en el cerebro], la cantidad de veces que lamentamos haber estado demasiado tiempo con él o incluso haber visto o compartido determinado contenido.

¿Cuáles son las aplicaciones que más adictivas resultan y por qué?

Todas las aplicaciones con contenido suficiente como para retenerte, específicamente para retenerte, son las potencialmente más adictivas. Desde las redes sociales a los videojuegos pasando por la pornografía, las compras en línea o las apuestas.

En todas interviene la dopamina. Es un neurotransmisor relacionado con la motivación, el placer y la emoción.

Es una de las bases de nuestro sistema de recompensa y en realidad el torrente de dopamina (emoción, expectativa de recompensa) llega antes que el propio estímulo. Se trata más de la expectativa de placer que del propio estímulo; la expectativa de que nos vaya a sorprender, interesar, seducir, excitar o retar aún más es lo que realmente nos engancha a los móviles. Lo que nos mantiene allí es la idea de que todo eso aún está por llegar, una sensación que no acaba nunca. Y en aplicaciones o webs con mucho contenido fácilmente puede acabar en casos de adicción.

Hablamos de adicción solo en casos que son claramente patológicos, pero una gran cantidad de personas hacen un uso abusivo del móvil.

E.O. Wilson, el padre de la sociobiología, afirma que el problema de la humanidad es que tenemos “emociones del paleolítico, instituciones medievales y tecnología divina”. ¿Estamos preparados a nivel emocional para gestionar toda la tecnología que tenemos a nuestra disposición?

En realidad las emociones, aunque sea un sistema muy primitivo, es algo de lo más natural. Estamos preparados para sobrevivir, adaptarnos y evolucionar. Y así lo hemos hecho, de tal forma que podemos enamorarnos, trasladar nuestro odio o canalizar nuestra tristeza por teléfono (o por Internet).

Las que no están preparadas son las instituciones, algunas de las cuales sí se pueden tachar medievales. Éstas son las que tienen que legislar y regular la ola de cambios que conlleva la tecnología. Hay que proteger a las personas (salud, derechos, bienestar …) y a la sociedad para que no renuncie a sus valores, identidad, modales y todas sus tradiciones por el simple hecho de perder el control sobre un dispositivo que permite hacer, literalmente, millones de gestiones y contiene infinidad de información.

Para ello, ya se ha aprobado, por ejemplo, la ley que garantiza el Derecho a la Desconexión Digital Art. 88 de la Ley Orgánica 3/2018 de 5 de Dic (Protección de datos personales y garantía de los derechos digitales -LOPDGDD-) y desde Mobile Free Life trabajamos para todas las empresas que buscan implementarla con garantías y sentido.

¿Qué podemos hacer para mitigar el potencial daño que nos puede infligir?

En realidad ya se ha hecho mucho daño. Ya no nos es extraño ver a una pareja que, aunque juntos, están cada uno con su móvil.

Gente caminando, o conduciendo con el móvil. Cambiamos y anulamos planes al instante en un mensaje, nos ignoramos aunque seamos las únicas personas en la misma habitación. Los móviles han causado un aumento de la miopía y podrían estar cambiando ya la fisonomía del cráneo y de los dedos [NdE: A morphological adaptation? The prevalence of enlarged external occipital protuberance in young adults].

La clave es la educación. Si todos tenemos la información necesaria para conocer los riesgos, peligros y renuncias que implican un uso desmedido del móvil conseguiremos controlarlo un poco. El teléfono móvil no va a ni tiene que desaparecer, en realidad hay que hacer pequeños cambios: apagarlo al llegar a casa, ir a dormir, no permitirlo en comidas ni reuniones, poner límites de tiempo o de uso…

Una sociedad basada en la tecnología tal y como se planeta hoy en día, ¿llevará a su deshumanización?

Lo que nos pasa es en parte muy humano. Cedemos a comodidades, deseos y la parte más egoísta de nuestro ser. Si lo podemos comprar un 10% más barato por Internet, sin salir de casa, y llega mañana de forma que no tengo ni que firmar, lo hacemos.

Lo que sin duda sucederá es que caeremos en la despersonalización. Compraremos a máquinas, trabajaremos con máquinas, nos comunicaremos con y a través de máquinas, hasta que el sistema colapse.

¿Hay que incorporar la ética a la tecnología? ¿Cómo?

¡Totalmente! Hay muchas disciplinas de desarrollo que ya lo están haciendo. La investigación científica, la modificación genética, hasta el sector de la alimentación.

En cualquier caso, a parte de hacer pedagogía hay que legislar al respecto.

Aunque implique renunciar a más consumo o riqueza, hay que instaurar leyes que protejan qué está bien y eviten o prohíban lo que no lo está. Porque a menudo, como individuos, aunque sepamos lo que es el bien y el mal, solo vemos la zanahoria.