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Catherine Lückhoff, emprendedora en inteligencia artificial

"El reconocimiento facial se usa de muchas maneras para facilitar nuestra vida diaria y, en algunos casos, está tan integrado en ella que se ha vuelto prácticamente invisible".

Tags: '20fifty' 'Artificial intelligence' 'Catherine Lückhoff' 'Cloud innovation' 'Face Recognition'

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Catherine Lückhoff creó su primera empresa, MANGO-OMC, mientras terminaba su licenciatura en Comunicación Estratégica en al Universidad Tecnológica de la Península del Cabo, y su segunda empresa, HQ Africa, en 2013. De la combinación entre su experiencia y su pasión por la música surgió en 2015 NicheStreem, una plataforma end-to-end alojada en Amazon Web Services creada a medida y escalable para el streaming white-label.

También es la fundadora de 20fifty, una compañía de innovación en la nube e inteligencia artificial. Ha formado parte de la junta directiva de Silicon Cape Initiative y da charlas sobre diferentes temas: desde cómo el contenido propicia la adopción de la tecnología a los servicios africanos de música en streaming, pasando por la innovación en África. Su experiencia le otorga un punto de vista privilegiado en relación a la necesidad de estrategias de negocio descentralizadas.

¿Puede explicarnos en qué consiste su trabajo?

El objetivo de 20fifty es emplear el ingenio humano y la tecnología para solucionar problemas complejos, definir nuevos mercados y abrir nuevos canales de negocio, innovadores y sostenibles, ahora y en el futuro. Tenemos la suerte de trabajar, entre otros, con minoristas, instituciones financieras, compañías mineras de moneda digital y negocios de IoT de mentalidad avanzada para quienes creamos, probamos y adaptamos soluciones operativas de inteligencia artificial y de innovación en la nube.

Usted ha afirmado que los algoritmos son mejores reconociendo caras que las personas. ¿Cómo es así?

En 2018 el National Institute for Standards and Technology (NIST) publicó un estudio sobre tecnologías de reconocimiento facial (TRF) que concluía que incluso las más antiguas superan a los humanos en este campo. Sin embargo, un artículo más reciente publicado el 4 de junio de 2019 afirmaba lo siguiente:

“El rendimiento de la mejor máquina es equiparable al de los humanos más capacitados, los profesionales del reconocimiento facial. Sin embargo, la identificación facial óptima sólo se consigue si humanos y máquinas trabajan juntos”. 

En mi opinión, la TRF es mejor reconociendo caras que el ciudadano medio, pero si la comparamos con el nivel de acierto de expertos formados para ello, los resultados son parecidos. Esto refrenda el enfoque humanos-involucrados-en-los-procesos del que soy una firme defensora. Puede que los algoritmos sean capaces de reconocer un número infinito de caras sin cansarse jamás y de mejorar con el tiempo, pero es esencial tener una persona experta a mano para verificar la identificación en momentos clave si queremos preservar y proteger las libertades civiles y la privacidad.

¿Afecta el envejecimiento de las personas al rendimiento de esta tecnología?

No me cabe ninguna duda de que el envejecimiento facial tiene un efecto. Aun así, supongo que la fiabilidad del reconocimiento depende de varios factores, uno de los cuales es efectivamente el tiempo pasado entre identificaciones.

Hay personas que consideran el reconocimiento facial más como una amenaza y una forma de control que como una herramienta diseñada para mejorar su calidad de vida. ¿De qué manera contribuye esta tecnología a que vivamos mejor?

Como decía Elizabeth Barrett Browning en su Soneto 43, ‘Déjame que cuente todas las maneras”. Para comenzar, las personas que ya utilizan Face Unlock en sus móviles estarán de acuerdo en que la comodidad es un gran factor. El reconocimiento facial (RF) se usa de muchísimas maneras para facilitar nuestra vida diaria y en algunos casos está tan integrado en ella -Face Unlock es un ejemplo de ello- que ni nos damos cuenta. Piensa en el etiquetado de fotos en redes sociales como Facebook, o en lo fácil que es subir a un avión cuando el embarque se controla con esta tecnología.

Las TRF se usarán cada vez más para facilitar el acceso, validar la identidad (por ejemplo en los cajeros automáticos), diagnosticar enfermedades, asistir a las personas ciegas o incluso ayudar a encontrar a personas desaparecidas.

Dicho esto, sí, existe el riesgo de que esta tecnología se use para controlar, como se desprende de su aplicación en lugares como China y Hong Kong. Sin embargo el RGPD (Reglamento General de Protección de Datos) y el Facial Recognition Technology Warrant Act buscan regular el uso de esta tecnología por parte de, por ejemplo, cuerpos de seguridad y otros organismos gubernamentales para para prevenir que se convierta en una herramienta de control. Las nuevas tecnologías no se deberían prohibir o demonizar por el potencial mal uso que se pueda hacer de ellas. En su lugar, debería haber un diálogo abierto, honesto y serio entre todas las partes para garantizar que se aplican de manera apropiada y que se hacen cada vez más seguras.

Algunos expertos han alertado del sesgo racial y de tono de piel de algunos algoritmos de reconocimiento facial. En este sentido, usted ha afirmado que debería haber suficiente diversidad en el reconocimiento facial para evitarlo, pero, ¿cómo es esto posible si no existe esa diversidad en el uso de y la accesibilidad a la tecnología en general?

En mi opinión el problema no es tanto su uso y accesibilidad como la creación y el ‘entrenamiento’ de la tecnología. Los algoritmos, cuanto mejores datos tienen, mejores son, así que es imprescindible que los creadores de estas herramientas garanticen la auditoría de la manera en que sus datos están representados. Todos los que utilizamos y nos relacionamos de manera activa con esta tecnología deberíamos responsabilizarnos a la hora de aplicar limitaciones de contexto a los sistemas que desarrollamos para mitigar el daño. Y no hace falta decir que todo el mundo debería formarse en buenas prácticas.

Una ley introducida el pasado mes en los Estados Unidos prohíbe el uso de la tecnología comercial de reconocimiento facial para recopilar y compartir información que permita identificar o seguir a consumidores sin su consentimiento. ¿Es este un uso generalizado de esta tecnología?

No puedo hablar de las implicaciones de esta ley pues no tengo conocimientos legales, sin embargo,

creo que la tecnología para identificar y seguir a consumidores está más extendida de lo que la gente cree.

La información online (como, por ejemplo, el historial de búsquedas, las páginas visitadas, el comportamiento a la hora de comprar, los clicks y más) así como información biométrica como la edad, el género y el estado de ánimo se usan para segmentar a los consumidores y la publicidad inteligente que se les envía tanto on como offline. Confieso que me preocupa, pues falta mucha transparencia y puede que los consumidores no sean conscientes de que su capacidad de elección está siendo manipulada.

¿Es usuaria de redes sociales?

La verdad es que no. De hecho, en los últimos años he borrado la mayoría de mis cuentas en redes sociales con excepción de Twitter.

Cuanto mayor me hago más valoro mi privacidad y simplemente no me fío de lo que los gigantes de las tecnológicas puedan hacer con mis datos.

Tampoco necesito vivir a través de otros ni a través de sus diarios y creo que esta tendencia en las redes por la que las personas buscan la validación a través de likes y comentarios es un camino resbaladizo. Tengo mucha suerte de tener un grupo de amigos íntimos y una familia a quienes me dirijo cuando necesito consejo, amor, apoyo o consuelo y prefiero pasar mi tiempo con ellos en persona que online.

San Francisco, corazón de la revolución digital, ha prohibido el uso de tecnología de reconocimiento facial. ¿Estamos faltos de legislación y garantías que protejan los derechos humanos y civiles ante potenciales abusos de esta tecnología?

A nivel global creo que sí, no obstante esto cambia de país a país y de estado a estado. La cultura, la preocupación por la seguridad frente a la privacidad, la situación política, factores socio-económicos, conectividad, educación y más juegan un papel en cómo y cuándo los países adoptan su propia legislación, y en la protección que ofrecen a sus ciudadanos. Está si el uso de esta tecnología se regulará a nivel internacional, y cómo.

También ha hablado de personas que trabajan ya en cómo engañar a la tecnología de reconocimiento facial, por ejemplo a través de dibujos en la ropa. ¿Veremos un aumento de los cirujanos plásticos especializados en cirugía para evitar el reconocimiento facial?

Últimamente he leído varios artículos sobre este tema y me gustó que una institución como el Journal of the American Society of Plastic Surgeons haya dado su opinión. Sin embargo, cambiar el aspecto propio para evadir la justicia no es algo nuevo.

Para crear un documento de identidad único se usan varios datos biométricos, así que supongo que la transformación tendría que ser grande.

Por ahora llevar una máscara es probablemente menos arriesgado y más barato.