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Empoderamiento ciudadano para combatir la desinformación en Brasil, con Fabro Steibel

“Necesitamos abordar la alfabetización mediática, que va más allá del acceso a Internet”

Tags: 'Ciudadanos'

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Fabro Steibel es Director Ejecutivo del Instituto de Tecnología y Sociedad de Río, profesor de Nuevas Tecnologías e Innovación en la Escuela Superior de Propaganda y Marketing (ESPM Rio), y miembro de Gobierno Abierto en la Organización de los Estados Americanos. Tiene un postdoctorado en gobierno digital por la Universidade Federal Fluminense y un doctorado en Medios de Comunicación por la Universidad de Leeds. Fabro es también afiliado del Centro Berkman Klein en la Universidad de Harvard y previamente fue miembro del Consejo Global del Foro Económico Mundial.

La aceleración del uso digital durante la pandemia hizo que el acceso a internet en Brasil creciera siete puntos porcentuales en 2020 hasta el 81% de la población, según datos del Centro Regional de Estudios de la Sociedad de la Información (Cetic). Sin embargo, el acceso a Internet no es en absoluto democrático. Por ejemplo, las familias brasileñas más pobres no pudieron obtener la ayuda de emergencia otorgada por el gobierno federal durante la pandemia porque no tenían teléfono celular ni conexión a Internet. ¿Qué tan profunda es la brecha digital en Brasil y cómo se está abordando?

Brasil siempre ha sido un país dividido y el uso de Internet no es una excepción. La brecha digital está disminuyendo año tras año, pero el hecho de que uno de cada cinco brasileños todavía esté desconectado de Internet, en 2022, es preocupante. Si miramos de dónde provienen esas poblaciones, el panorama es aún peor: hay una cuestión de género, edad, raza y clase social directamente asociada con quienes tienen menos conectividad. Si consideramos que durante la pandemia del COVID-19 internet fue la principal fuente de trabajo, educación, ocio y construcción de comunidad, es aún más dramático.

Aun así, hay que reconocer algunos avances en las últimas décadas. Brasil es uno de los países en desarrollo más conectados y el uso de Internet se distribuye entre quienes tienen conectividad. Los servicios gubernamentales en los últimos años han aumentado la disponibilidad de servicios electrónicos, y esto representa un aumento en el acceso a los servicios públicos y de bienestar.

Sin embargo, existe una escasez de inversiones para reducir la brecha digital, en concreto como una prioridad del gobierno. Un ejemplo triste es la conectividad de las escuelas públicas: menos de la mitad de esas instituciones están conectadas a Internet con fines educativos. Esto es algo que la sociedad civil ha manifestado durante años, pero el panorama general no cambia, a pesar de algunos pequeños avances a nivel estatal. Sin embargo, un buen ejemplo de esto es el aumento de la conectividad en las áreas rurales, en particular las relacionadas con las grandes actividades rurales, como la agroindustria.

¿Está Brasil lejos de alcanzar un acceso a Internet igual?

Conectar al 19% de la población no es una tarea sencilla y debemos considerar que los que ya están conectados también pueden estar en peligro. Hay algunos desafíos de conectividad que son difíciles de superar. Hay áreas continentales en Brasil que necesitan ir más allá de las soluciones simples, como regiones remotas en la Amazonía o áreas rurales a casi cientos de kilómetros de un punto de conexión.

Hay retos que son obligaciones. Por ejemplo, las áreas urbanas que son periféricas, a menos de cinco kilómetros del centro de la ciudad de las principales áreas urbanas, o el tema de los costos, teniendo en cuenta que el Internet puede ser caro en un país donde alrededor de 6 de cada 10 familias viven con salario mínimo.

El presidente de extrema derecha de Brasil Jair Bolsonaro fue uno de los líderes globales en ignorar la crisis del COVID-19. Comparó el virus a un “virus insignificante”, calificó las cuarentenas un “truco mediático” y lanzó una campaña publicitaria televisiva masiva con el slogan “BrazilCannotStop”. En este escenario, el empoderamiento de la ciudadanía es clave para entender, desactivar y romper con las cadenas de infodemia. ¿Por qué esto es más urgente que nunca?

Las redes de información errónea y desinformación en Brasil están sorprendentemente en auge y operativas. Al igual que en otros países, están patrocinadas en gran medida por políticos electos, fuentes mediáticas y personas influyentes en las redes sociales. Esos actores pueden crear y promover burbujas sociales donde su mensaje gana votos, audiencia e ingresos publicitarios.

La falta de un ecosistema informativo es un desafío que aún debemos comprender y abordar como sociedad. Parte del problema se basa en la escasez de fondos para el periodismo local y en la aparición de modelos de negocio de la desinformación, que se benefician de este tipo de información. Otra parte de la responsabilidad recae en cómo se puede explotar la publicidad online para financiar a los que producen desinformación.

Estamos de acuerdo en cuál es el problema, pero no hay consenso sobre la solución que necesitamos. En Brasil, el debate legislativo de la “ley de noticias falsas” es un buen ejemplo de ello. Algunos creen que necesitamos invadir la privacidad de las personas para monitorear lo que se dice en línea, desafiando el rol de la privacidad y promoviendo metodologías de vigilancia. Otros argumentarán que los algoritmos de la plataforma deben ser más transparentes y sugerirán obligaciones para una mejor moderación del contenido. Otros considerarán que el problema es la responsabilidad, mandando a la cárcel a los que se lucran con la desinformación o a perder mandato electo. No obstante, todas las soluciones tienen pros y contras, y nadie parece llegar a un punto de consenso en términos de eficacia y protección de los colectivos vulnerables y los valores democráticos.

La desinformación no afecta a todos de la misma manera. En Brasil, la práctica comercial llamada “tasa cero" crea condiciones favorables para la desinformación, ya que sólo permite a los usuarios acceder a los titulares compartidos en las aplicaciones de mensajería instantánea y las redes sociales, mientras que el acceso a la publicación original está reservado a los usuarios que tienen contratados más datos. ¿Quiénes son más propensos a la desinformación y qué consecuencias sufrirán?

Debido a la escasez de financiación pública para abaratar los costes de internet y aumentar la infraestructura de conectividad, la “tasa cero” agiliza la conexión de aquellos con menos conectividad. Esto seguro es una experiencia parcial de lo que es la conectividad; al mismo tiempo –dirán los defensores–, aumenta la velocidad a la que los desconectados se conectan. Quienes lo critican argumentarán que el rol del sector privado no es aumentar la conectividad y que es una experiencia amurallada y reducida de lo que es la conectividad, y requiere que los gobiernos hagan más y más rápido.

Estamos aprendiendo que uno de los posibles impactos de la “tasa cero” es reducir la capacidad que tienen los ciudadanos para verificar la información.

La lucha contra la desinformación es más compleja que el simple acceso completo a Internet. Necesitamos abordar el problema de la alfabetización mediática, que va mucho más allá de la cantidad de acceso a Internet que tiene. Deberíamos aspirar a la igualdad de condiciones de acceso entre quienes tienen más y menos recursos, dando prioridad a quienes tienen menos acceso (en particular, aquellos que solo tienen conectividad de tasa cero) para recibir más inversiones.

¿Qué herramientas, iniciativas y políticas ya están funcionando para ayudar a los brasileños a convertirse en consumidores más críticos de información?

Como regla general, mejores políticos, un mejor ecosistema de medios y un mejor acceso a la información generan un mejor ecosistema de información. Este escenario no va a ocurrir en Brasil en el corto plazo, más bien en un medio plazo. Esto no quiere decir que las personas no estén aprendiendo, mejorando su capacidad de sospechar de la información o captando mejor la información.

Las encuestas sugieren que Bolsonaro tendrá dificultades para asegurarse un segundo mandato cuanen unas urnas a las que acudirán unos 150 millones de brasileños en octubre. En términos de empoderamiento digital y desinformación, ¿cómo afrontaría Brasil la reelección? ¿Qué desafío podría significar para el país, en un momento de incertidumbre y polarización como el actual?

Las elecciones de este año serán conscuencia de la politización. La única predicción posible es que 7 de cada 10 brasileños tendrán un presidente que les desagrada y que 4 de cada 10 tendrán un presidente que odian. Son cifras mucho mayores que en años anteriores.

En Brasil, como en otros países, la polarización se ha utilizado para encender a los votantes y para tener éxito en el sistema electoral actual. El impacto de la polarización en la sociedad tiene efectos a largo plazo. Los medios encuentran incentivos para polarizarse, al igual que las empresas y la sociedad civil.

Dicho esto, las elecciones son la mejor experiencia que producimos como democracia, y el hecho de que tengamos elecciones y la gente manifieste su voluntad usando el voto en sí mismo, es muy significativo. Brasil, como otros países de América Latina, tiene una corta experiencia en regímenes democráticos. Tener elecciones y polarización puede entenderse como un subproducto de la democracia misma. Si la politización continúa aumentando, podríamos tener dificultades para asegurar las instituciones democráticas a largo plazo, razón por la cual no es un camino que debamos promover.