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Daniel Innerarity

«En la forma de votar tradicional existe cierto componente de comunicación física que no creo que el mundo digital pueda sustituir del todo»

Tags: 'gobierno electrónico' 'Innovación pública' 'Votación electrónica'

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Daniel Innerarity es filósofo y director del Instituto de Gobernanza Democrática. Investigador en la Universidad del País Vasco. Doctor en Filosofía, amplió sus estudios en Suiza, Italia y en Alemania como miembro de la Fundación Alexander von Humboldt. Ha sido profesor invitado en varias universidades europeas y americanas, más recientemente en el Centro Robert Schuman de Estudios Avanzados del Instituto Europeo de Florencia, así como en la Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres.

¿Qué tipo de factores sociales motivan a los interesados a implantar el voto electrónico?

Creo que el voto electrónico es interesante porque nos permite conocer en tiempo real la voluntad de las personas, y creo que eso es importante.

El ideal democrático – la idea del autogobierno y, por lo tanto, de la voluntad popular que se impone y decide – exige mucho más que la mera suma de las voluntades individuales que se reflejan en una pantalla.

Creo que además del voto electrónico, también son necesarios espacios físicos de deliberación. Aunque esta práctica puede mejorar de manera significativa nuestras prácticas políticas, estoy a favor de las formas de mediación institucional y política que permiten el encuentro físico y la deliberación.

¿Qué ventajas tiene el voto electrónico para la sociedad?

La votación y la gestión digital son prácticas y modelos que no son muy deliberativos, sino más bien agregativos. Del mismo modo que el mercado, como mecanismo para transmitir información y agregar preferencias, presenta imperfecciones y asimetrías que deben corregirse, también creo que debemos regular y complementar las prácticas de la democracia digital con prácticas más deliberativas.

¿El gobierno electrónico creará un diálogo más constante entre votantes y representantes?

El diálogo entre votantes y representantes requiere algo más que instrumentos y plataformas digitales que nos permitan enviar un mensaje al Presidente del Gobierno y recibir una respuesta de confirmación.

Creo que el diálogo no tiene que ver únicamente con la comunicación a nivel de plataformas digitales, sino también con el tipo de lenguaje y el tipo de comunicación que se lleva a cabo. En lugar de ser algo simplemente acumulativo, creo que debería ser comprensible y deliberativo.

¿Facilitará el gobierno electrónico que las personas puedan participar más en las decisiones y, de ser así, qué consecuencias tendría?

La gobernanza digital facilita la participación en el sentido de expresión de la voluntad espontánea de las personas y, por lo tanto, del conocimiento de esa voluntad. Pero existe otra voluntad más elaborada y deliberativa que requiere una comunicación horizontal, y creo que deben respetarse esas prácticas de debate.

¿El proceso tradicional de ir físicamente a una mesa electoral nos permite ser más conscientes de nuestra decisión?

El hecho de votar físicamente o no, no afecta demasiado a la toma de decisiones de las personas. Y digo esto porque a veces he votado por correo y, basándome en mi experiencia, no lo encuentro especialmente relevante.

Lo que sí me parece relevante es que en la forma de votar tradicional existe cierto componente de comunicación física que no creo que el mundo digital pueda llegar a sustituir del todo.

Dado el entorno digital actual, existe el argumento de que las decisiones importantes como la votación serán más impulsivas. ¿Ha visto que haya pasado esto y cómo podríamos evitarlo?

Me preocupa que las prácticas digitales puedan crear un tipo de ciudadano que esté más próximo a la figura del consumidor que a cualquier otra. La similitud de la acción de comprar o hacer clic con nuestros hábitos de consumo desnaturaliza en cierto modo la acción política.

En parte son similares, pero existe una peculiaridad de la acción política que tiene que ver con la reflexión, la construcción y la comunicación horizontal, no solo con la transmisión de pedidos.

Nuestra voluntad espontánea debe estar basada en procesos de comunicación con los demás, y no estar relacionada simplemente con el tiempo real. Creo que el clictivismo (activismo del clic) es una parte muy pequeña de nuestro compromiso con el bien público.

¿El futuro va a ser más o menos inclusivo?

Creo que el futuro será más inclusivo dependiendo de nuestras prácticas políticas. Después de todo, las tecnologías no determinan si será más o menos inclusivo. Dependerá de las opciones políticas, culturales y más específicas con las que las acompañemos.

No creo que el determinismo tecnológico determine la exclusión o inclusión. Es cierto que las tecnologías digitales plantean problemas como la brecha digital, pero al mismo tiempo, abren redes que teóricamente nos permiten disfrutar de una mayor participación.

¿Cuál es la clave para construir una sociedad digital más equitativa?

Creo que la clave para construir una sociedad digital más equitativa es revalorizar la mediación política en su sentido más amplio. Debemos revalorizar la mediación de las instituciones y no reducirla a la mera espontaneidad del espacio digital, que crea sus propias desigualdades y diferencias.

¿Qué tecnología será la más radical en el futuro próximo?

Creo que las tecnologías más radicales, similares a las tecnologías financieras de principios del siglo XXI, serán las que tienen que ver con la digitalización, la robotización y el Big Data, ya que modificarán nuestra cultura, sociedad y políticas de una forma desconocida para nosotros.

¿Cuál será el mayor desafío social en los próximos años?

A corto y medio plazo, el mayor desafío será efectuar la transición a una sociedad digital sin que esto tenga repercusiones sociales negativas, como dejar totalmente desasistidos a aquellos que no sean capaces de adquirir nuevas habilidades.

A largo plazo, el gran desafío que enfrentaremos será cómo regular las tecnologías con intervenciones que no desnaturalicen su carácter específico. Creo que debemos aprender a regular las tecnologías de una forma inteligente y aprovechar sus oportunidades en lugar de hacerlo de una manera «torpe» que altere su naturaleza específica.