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El activismo de sofá funciona y es necesario

"Las redes sociales han permitido acelerar de forma extraordinaria la organización de esa masa crítica necesaria para elevar demandas políticas al foco de atención pública".

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Doctorada por el Nuffield College de Oxford, Sandra González Bailón es profesora asociada de la Annenberg School for Communication de la Universidad de Pennsylvania.

Su investigación analiza cómo las redes de comunicación determinan la información a la que tenemos acceso y el impacto que esa información tiene en nuestras opiniones o comportamientos. "Cada vez más, lo que observamos y escuchamos está determinado por tecnologías digitales: desde nuestras interacciones con amigos y familiares, a las noticias que leemos en los medios sociales. Mi trabajo analiza cómo estas redes modelan (a veces sin darnos cuenta) lo que vemos y lo que hacemos", explica.

¿Qué impacto tiene el activismo online en nuestra sociedad y cuáles considera que son los ejemplos más importantes?

Una de las áreas en las que las redes sociales han tenido un impacto más visible es el activismo político.

En particular, la ola de movilizaciones sociales que empezó con la Primavera Árabe a finales del 2010 puso en el foco de atención pública el rol que plataformas como Twitter o Facebook juegan en la diseminación de información y la coordinación de acción colectiva.

Movilizaciones como las que tuvieron lugar en España con los Indignados o en EE UU con Occupy Wall Street y, más recientemente, el movimiento contra el racismo estructural que se organiza entorno al hashtag #BlackLivesMatter, hicieron y hacen un uso estratégico de las redes sociales para activar y persuadir.

Pero estos movimientos no son los primeros en usar tecnologías digitales para alcanzar audiencias y movilizar apoyo.

El movimiento Zapatista y el movimiento antiglobalización en los años 90  ya hicieron uso de una web incipiente para organizarse y diseminar su mensaje a escala global, circunvalando a medios tradicionales y a sus gatekeepers.

El slacktivism o activismo de botón, tan criticado por su aparente falta de compromiso, ¿tiene un impacto más importante del que creemos?

Las redes de comunicación son herramientas que permiten alcanzar a una audiencia y conseguir una masa crítica que, en momentos de protesta o movilización, es fundamental para hacerse oír, que es el objetivo inmediato de cualquier movimiento político.

En última instancia, el éxito de un movimiento político se mide en términos de transformaciones estructurales o de impacto legislativo, y estos objetivos requieren de muchos años de acciones coordinadas que no pueden reducirse a una plataforma digital. Sin embargo, las redes sociales han permitido acelerar de forma extraordinaria la organización de esa masa crítica necesaria para elevar demandas políticas al foco de atención pública.

El activismo de botón es un elemento central en la activación de reacciones en cadena y la rápida difusión de mensajes. Hacer un retweet o cambiar tu foto de perfil no es lo mismo que estar activamente involucrado en un movimiento político, pero permiten que quienes sí lo están alcancen una visibilidad que de otra forma sería mucho más difícil de obtener.

En mi trabajo investigador hemos cuantificado el impacto que esos activistas de sofá tienen en la visibilidad de protestas políticas, y la actividad que generan es, a nivel agregado, crucial para dar resonancia a la acciones de la minoría comprometida.

¿Cómo influyen las redes sociales en el activismo online? ¿Pueden decidir los algoritmos qué causas sociales triunfan y cuáles no?

Una manera de responder a esta pregunta es analizando las propiedades que caracterizan a las redes de comunicación detrás del activismo digital; en otras palabras, qué aspectos de esas redes permiten alcanzar una masa crítica rápidamente.

Las redes pueden ser más o menos horizontales, o pueden estar fragmentadas en grupos, o exhibir patrones de centro y periferia. Todas estas características influyen en cómo los mensajes se transmiten de persona a persona, y en cómo evolucionan las reacciones en cadena.

Por otro lado, las redes sociales creadas por plataformas como Facebook o Twitter han sido diseñadas para maximizar el tiempo que pasamos en ellas. Muchos de los elementos que determinan cómo interactuamos en esas redes (por ejemplo, las reacciones para expresar emociones o los links para compartir mensajes) no fueron diseñados para facilitar el activismo social sino para hacernos más “adictos” al uso de estas tecnologías.

Estas plataformas permiten organizar acción colectiva pero también manipular información y difundir contenido cuyo objetivo es generar conflicto o discordia. Los algoritmos que deciden qué contenido es más visible no discriminan entre tipos de información o de mensaje. Del mismo modo que movimientos progresistas usan estas redes para lanzar sus llamadas a la acción, movimientos más reaccionarios también hacen uso de estas infraestructuras en red.

Para entender cómo las redes sociales influyen en el activismo social hay que entender cómo las conexiones en red canalizan mensajes e influencia social pero también cómo los modelos de negocio de las plataformas que construyen muchas de estas redes afecta su funcionamiento. El impacto que los algoritmos tienen en la moderación de contenido es, en este sentido, crucial. Y no hay mucha transparencia acerca de cómo estos algoritmos funcionan. 

¿Cuáles son las principales plataformas de activismo online hoy en día?

Hace unos años se habló mucho del potencial liberador de redes sociales y plataformas como Facebook y Twitter, especialmente en países con pocas libertades políticas. En tiempos más recientes, se ha enfatizado mucho más el impacto negativo que estas plataformas tienen en el proceso democrático. En parte como consecuencia de esta presión pública, las plataformas han adoptado estrategias más agresivas en la moderación de contenido.

Además de Facebook y Twitter, el ecosistema mediático digital incluye otros foros, como YouTube o Reddit, que han contribuido a crear comunidades que abogan por extremismos y radicalización. Cada plataforma tiene sus propios estándares, pero ha habido un aumento general en la regulación de ese contenido y en la decisión por parte de las plataformas de cerrar cuentas o grupos, o borrar mensajes y videos.

Esto ha acelerado el crecimiento de plataformas alternativas, como Parler, cuya base de usuarios incluye activistas de extrema derecha. Al mismo tiempo, sigue habiendo ejemplos de activismo progresista (#metoo o #yotambien, #BLM etc) pero está claro que las redes sociales son espacios de confrontación que sirven objetivos políticos muy distintos. Y todo esto ocurre mientras las políticas de regulación de estos espacios están en plena evolución.

Finalmente, ¿facilita el entorno online la injerencia extranjera o exterior en los movimientos sociales?

Esta pregunta, en realidad, tiene dos partes: una es sobre si existe injerencia extranjera, y la segunda es sobre si esa injerencia consigue modificar comportamientos y opiniones.

La evidencia respecto a la primera pregunta es clara: sí hay intrusión, pero no hay muchos datos que demuestren que esos intentos de manipulación resultan en un cambio de actitudes o tienen un impacto electoral.

De forma más general, se ha documentado extensivamente que el volumen de actividad automatizada en las redes sociales (en otras palabras, mensajes creados por bots) es casi tan elevado como el volumen de mensajes creados por humanos.

Mi investigación, por ejemplo, ha analizado la presencia de estos bots durante eventos de movilización política y su relevancia en la difusión de información. Pero este trabajo y otras investigaciones recientes también sugieren que los medios de comunicación verificados siguen siendo más relevantes como fuentes de información.

En otras palabras, tenemos que contextualizar lo que sucede en las redes sociales (incluyendo intentos de manipulación) dentro del ecosistema mediático más amplio del que forman parte. Hay muchos otros canales a través de los cuales fluye información, incluyendo las redes interpersonales de las que siempre han hecho uso los movimientos, mucho antes de que existieran tecnologías de internet.

Al mismo tiempo, también es verdad que hay sectores de la población que son más vulnerables a estos intentos de manipulación. El hecho de que las redes sociales (y los algoritmos sobre los que operan) hagan más fácil segmentar a las audiencias crea riesgos que no tienen precedentes, y sobre los que hay que hacer más investigación.