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Cambiar el comportamiento para el futuro de las ciudades, con Philipp Rode

"Necesitamos un cambio de comportamiento de los que están arriba, es muy importante para la cuestión climática. No se trata de que los pobres cambien ahora su estilo de vida. Los que más contaminan son, de lejos, los que más tienen."

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Philipp Rode es Director Ejecutivo de LSE Cities y Profesor Asociado de la Escuela de Políticas Públicas. Es codirector de la LSE Executive MSc in Cities y co-convoca el curso de políticas públicas sobre "Creación de ciudades: la política de la forma urbana". Como investigador, consultor y asesor ha estado dirigiendo proyectos interdisciplinares de gobernanza urbana, transporte, urbanismo y diseño urbano en la LSE desde 2003.

No hay duda de que las ciudades seguirán creciendo, ¿pero puede llegar un punto en el que vivamos en un mundo de ciudades sin límites?

Muchas ciudades y zonas urbanas están creciendo en población, pero ¿por qué? Muchas personas que vivían en zonas rurales se han movido a las ciudades, pero eso es solo un cuarto del crecimiento total. El incremento más importante es el natural. El número de personas que están naciendo en zonas urbanas es significativamente más alto que el muere en estos mismos lugares. Además, también están aquellas que viven en zonas urbanas que antes eran rurales. Así podemos ver fácilmente que el crecimiento del número de personas que viven en zonas urbanas seguramente va a continuar. Y esto está relacionado con la economía. El crecimiento de la población urbana tiene mucho que ver con el cambio que se está dando de la agricultura al sector servicios.

En Europa, no obstante, hay muchos lugares que ya no están creciendo en términos absolutos porque la población no está aumentando. Si tomamos a India a África subsahariana o algunas partes de Latinoamérica, vemos todavía un incremento de la población considerable y eso nos lleva a un aumento de las ciudades y zonas urbanas. ¿Es interminable? Por supuesto que no. En algún punto la población alcanzará su punto máximo y la cantidad de territorio disponible donde las ciudades están siendo construidas estará limitado. Tenemos que ir con cuidado de no extender las ciudades más allá de los límites ecológicos. Estamos entrando en un momento donde los límites estarán más pronunciados. Habrá un interés en limitarnos nosotros mismos, de lo contrario habrá consecuencias negativas.

Debemos aceptar la idea de establecer límites, celebrarla. Creo que hay buenas ciudades que han sido construidas con considerables restricciones. Aquellas que tienen la limitación de estar en una isla donde hay montañas y mar suelen ser ciudades que funcionan mejor internamente, tienen más espacios bonitos y entornos urbanos más eficientes que las que no tienen límites.

En este sentido ¿qué conclusiones podemos extraer de la COP26?

En este caso no se trata de tener objetivos para 2050 o 2070. Se trata de los siguientes 10 años, de los próximos 12 meses. Es nuestro comportamiento actual el que importa. Ahora tenemos el objetivo de reducir las emisiones globales en un 45% para el 2030, muchas ciudades han anunciado que quieren ser neutrales en cuanto a emisiones de carbono para entonces. Esto es en 9, 10 años. Tenemos que introducir una hoja de ruta mucho más radical que la que teníamos hasta ahora. La mejor referencia son los cambios que se han dado durante la pandemia. Gente redescubriendo sus barrios, retomando la actividad física, entendiendo cómo pueden usar la digitalización y la conectividad para no tener que viajar por trabajo y coger aviones constantemente. También tenemos que abordar el problema de las infraestructuras y la construcción de edificios. No podemos continuar construyendo constantemente hasta que no tengamos materiales con bajo contenido de carbono.

¿Las smart cities serían una solución a la huella de carbono o es tan solo un negocio?

Los científicos ya han apuntado que sin un cambio de comportamiento la situación no va a cambiar. Necesitamos hablar sobre tres grandes áreas de cambio. Primero, la tecnología, y esto ocurrirá de una manera u otra. Hay mucho interés por parte de empresas, el cambio de hecho ya es significativo, pero no suficiente. Segundo, el diseño. Hay que pensar en la forma que le damos a nuestras calles, nuestros edificios porque de esa manera podrán ser mucho más energéticamente eficientes en el futuro. El tercero, y más importante para los próximos meses, es el comportamiento. Todos necesitamos cambiar nuestro comportamiento en las ciudades y eso es algo que debe de estar en la hoja de ruta de las smart cities.

El cambio de comportamiento es algo muy político, se trata de cómo nuestros políticos y comunidades trabajan en conjunto para entender realmente cuán lejos podemos ir en este sentido y linkarlo con resultados equiparables y justos. Esto es algo que las smart cities no contemplan. No consideran cómo la intervención de la innovación tecnológica empeora la situación de los que no tienen recursos mientras que favorece la de las élites.

Necesitamos un cambio de comportamiento de los que están arriba, es muy importante para la cuestión climática. No se trata de que los pobres cambien ahora su estilo de vida. Los que más contaminan son, de lejos, los que más tienen.

¿Cómo podemos utilizar la smart technology para lograr ciudades más eficientes, con mayor calidad de vida?

Necesitamos realmente considerar la tecnología como algo que permite el cambio de comportamiento. Por ejemplo, el transporte. ¿Se trata de una revolución de cómo nos desplazamos y del comportamiento durante el viaje o es solo un cambio de motor? Desde una perspectiva de ciudad, cambiar el motor no es suficiente. Los vehículos eléctricos ayudan con la contaminación del aire, los recursos son renovables, pero no ayuda a hacer los entornos urbanos más atractivos en términos de espacio. Estamos usando mucho espacio para aparcarlos o para moverlos y esto es mucho más de lo que una persona nunca tendrá para vivir en una ciudad. Lo que necesitamos pensar es sobre una tecnología que nos permita cambiar al transporte público, a caminar, a ir en bici… que haga todas estas posibilidades mucho más atractivas. La smart technology también nos puede ayudar a entender ¿cuánto produces? ¿cuánta energía necesitas? Y así hacer un gasto equitativo.

¿Qué ciudades estarían trabajando en esa dirección?

Incluso las ciudades que más están intentando lograr esos objetivos no han conseguido todavía lo que necesitamos. Pero podríamos destacar a Milán y Turín en cuanto a su política sostenible de suministro de alimentos, un problema del que no se suele hablar. En lo que se refiere a transporte, Londres siempre ha estado trabajando en zonas de baja emisión, igual que Barcelona, que experimenta con usos alternativos de sus calles. En energía, hay ciudades como Munich que están cambiando de manera estratégica el uso de combustibles tradicionales en sus empresas. Curitiba y Bogotá, el Latinoamérica, también están innovando en transporte, así como en Asia.

En la situación actual, ¿qué siguientes pasos podríamos dar?

Lo que podríamos hacer ahora mismo es muy sencillo. Si tenemos la posibilidad de pensar más allá de nuestras necesidades diarias, creo que es muy importante pensar en qué ámbito estamos gastando más CO2. Hay muchos programas informáticos que nos ayudan a saber cuál es nuestra propia huella de carbono. Así podemos empezar a pensar en cómo reducirla. También es importante votar. Conocer en qué punto se encuentran nuestros políticos en cuanto al cambio climático o al desarrollo sostenible.