Q&A  | 

Kate O’Neill, humanista tecnológica

"La digitalización contribuye a combatir el cambio climático porque propicia una mayor interconexión entre humanos".

Tags: 'Climate change' 'Future of work' 'Human centered technology' 'Kate O'Neill'

SHARE

Reading Time: 5 minutes

Kate O'Neill es fundadora y directora de KO Insights, una consultoría estratégica en el desarrollo de información y tecnología centrada en las personas que ayuda a una mejor comprensión de cómo afectan las tecnologías emergentes a la sociedad. Acumula más de 20 años de experiencia liderando proyectos innovadores en el mundo de la tecnología, el marketing y las operaciones. Fue uno de los 100 primeros empleados de Netflix, donde creó y ocupó el primer puesto de dirección de contenido y ayudó a poner en marcha técnicas dinámicas de comercio electrónico que se convirtieron en un estándar de la industria. Así mismo, Kate desarrolló la primera intranet de Toshiba en Estados Unidos y ha ocupado diferentes cargos como consultora y líder en start-ups tecnológicas y de contenido digital.

¿Nos podría explicar brevemente en qué consiste su trabajo?

Soy escritora, conferenciante y humanista tecnológica. Humanista Tecnológica es precisamente el título de mi libro más reciente. Me gustaría poder afirmar que ayudo a la humanidad a prepararse para un futuro cada vez más tecnológico. Para ello escribo y aparezco en medios de comunicación para hablar y propiciar el debate sobre cómo la tecnología emergente afecta a la humanidad en una gran variedad de temas, desde el futuro del trabajo al reconocimiento facial, pasando por la privacidad, etc. El objetivo de mi compañía, KO Insights, es hacer que las experiencias humanas tengan un mayor sentido. Gran parte de mi trabajo consiste en la consultoría para ejecutivos a través de charlas, talleres y consultas privadas sobre la transformación digital y modelos de negocio de futuro que manejan la información de las personas de forma respetuosa, y cuya estrategia se centra en la vivencia humana.

Algunas personas se refieren al big data como el petróleo del siglo XXI. ¿Nos convierte esto en pozos petrolíferos para las compañías?

Nunca me ha gustado demasiado la metáfora de “petróleo” para referirse a información. Neutraliza los importantes matices emocionales que conlleva entender que todos esos datos personales proceden de interacciones y transacciones humanas en nuestro mundo. Pero, ciertamente, nuestros datos están siendo recabados desde cualquier fuente y punto de conexión imaginable, sean individuales o colectivos, para generar beneficios, desde nuestras comunicaciones a nuestras compras pasando por nuestros historiales médicos y mucho más.

Ciertamente, nuestros datos están siendo recopilados desde cualquier fuente y punto de conexión imaginable, sean individuales o colectivos, para generar beneficios, desde nuestras comunicaciones a nuestras compras pasando por nuestros historiales médicos.

Parte de ello se considera un justo intercambio de información por obtener acceso a un servicio, por comodidad en nuestro día a día, o por mutua conveniencia. Pero otra gran parte sucede de maneras que no llegamos a imaginar y con las que no nos sentiríamos cómodos.

Usted ha afirmado en una de sus charlas que, con frecuencia, nuestros datos se utilizan sin que hayamos accedido a ello de manera voluntaria. ¿Nos puede dar algún ejemplo?

Bien, para empezar, la mayoría de nosotros no leemos los consentimientos o permisos de uso cuando nos registramos para determinados servicios, productos, aplicaciones o juegos. Así, aunque en ocasiones el consentimiento especifica que la información recabada se puede usar para publicidad, para ofrecer anuncios personalizados o incluso venderse a terceros que la utilizarán como crean conveniente, hay personas que consienten pero que no se esperan dicho uso. Aun y todo, éste no es el abuso de información más malicioso que existe; es más bien el tipo de mal uso y negligencia que se da habitualmente en el ecosistema digital. La forma más maliciosa es más fácil de identificar; es el estilo Cambridge Analytica que recopila datos útiles para manipular campañas políticas y elecciones y que se detecta una vez ha sucedido. Pero la recopilación diaria de datos personales a través de nuestros movimientos, nuestro comportamiento, nuestras interacciones, compras, casi-compras, relaciones y comunicaciones es mucho más compleja y más difícil de entender para las personas.

La GDPR es un comienzo, pero, ¿es suficiente para proteger la privacidad?

Efectivamente, es un comienzo, pero se refiere a la recopilación de datos y la privacidad en sentido histórico, y no como los tendríamos tendríamos que concebir a partir de ahora. Por desgracia, su implementación también entorpece la experiencia del usuario en internet.

Necesitamos avanzar en nuestra comprensión de lo que es privacidad en el mundo del capitalismo vigilante, redes sociales omnipresentes, cultura del selfie y más. Necesitamos comprender lo que podemos llegar a esperar y exigir de la industria del negocio y los gobiernos desde una perspectiva contemporánea.

¿Cómo podemos convertir nuestros datos en algo de lo que todos nos beneficiemos?

He visto algunos movimientos de apropiación de la información personal generada por uno mismo y de empoderamiento en este sentido que parecen bienintencionados. Se podrían dar otros enfoques colectivistas para el manejo y el máximo aprovechamiento de información personal funcionales. Espero poder asistir a más iniciativas de este tipo.

Como individuos, ¿podemos humanizar la tecnología que usamos? ¿Cómo?

Nuestra responsabilidad como individuos es utilizar la tecnología con cabeza. Tenemos la opción de elegir parte de la tecnología que nos rodea y deberíamos hacerlo con todo el conocimiento y espíritu crítico que podamos y desde un punto de vista holístico en relación a las consecuencias de su uso. Por ejemplo, no tenemos por qué lanzarnos a instalar tecnología de vigilancia en nuestras casas y espacios privados sabiendo que su uso y la falta de precedentes en relación a los datos que recogen pueden comprometer información personal de individuos que entran en nuestro espacio por diferentes razones, como sucede con mirillas con vigilancia y mensajeros o altavoces inteligentes e invitados. En algunos casos la recopilación de datos supone un riesgo y sus consecuencias son incluso peligrosas para esas personas, gente que no ha accedido voluntariamente a que su información personal sea capturada de esa manera.

Tenemos la opción de elegir parte de la tecnología que nos rodea y deberíamos hacerlo con todo el conocimiento y espíritu crítico que podamos y desde un punto de vista holístico en relación a las consecuencias de su uso.

También tenemos que pedir responsabilidades a las empresas y los gobiernos y exigirles la creación de medidas políticas y patrones que protejan la información humana. Necesitamos también participar concienzudamente, con conocimiento y sofisticación en las comunidades y la cultura online, y no caer presa de cualquier meme o juego que nos pide que compartamos nuestros datos personales.

¿Cómo puede ayudar la digitalización de la sociedad en la lucha contra el cambio climático?

Por un lado, la digitalización de la sociedad ayudar a combatir el cambio climático porque propicia un nivel de interconexión entre humanos en la tierra tal que permite una mayor conciencia del otro, más conexión entre las personas, y mayor empatía. Esto conlleva un coste y no toda la digitalización ha tenido tan nobles resultados, pero creo que mejorar la capacidad de empatizar con personas al otro lado del mundo es un resultado neto positivo y nos puede ayudar a sentir una mayor urgencia cuando vemos a otras personas sufrir debido a desastres climáticos.

Mejorar la capacidad de empatizar con personas al otro lado del mundo es un resultado neto positivo y nos puede ayudar a sentir una mayor urgencia cuando vemos a otras personas sufrir debido a desastres climáticos.

A mayor escala, necesitamos reflexionar sobre cómo una sociedad cada vez más tecnológica nos ayudará a combatir el cambio climático. Yo misma recopilo titulares y artículos relacionados con tecnologías emergentes, sobre todo de aprendizaje automático e inteligencia artificial, y cómo están siendo probadas para tratar problemas como el uso de la tierra, la purificación del agua y demás. En una diapositiva que a veces muestro en mis conferencias presento una lista de titulares que emparejo con un objetivo de desarrollo sostenible. Creo que es un potente documento visual que muestra los muchos efectos positivos de las tecnologías si aprovechamos su capacidad para hacer el bien.

Por otro lado, la huella de carbono de muchas de estas soluciones, desde el aprendizaje automático al blockchain es escalofriantemente alto. Supongo que esa huella bajará conforme la lógica, los algoritmos y el hardware se vayan haciendo más eficientes. Pero es una ecuación complicada y necesitamos estar atentos a ello.

Los residuos tecnológicos suponen un problema para los países del tercer mundo que se utilizan como auténticos vertederos del primero. ¿Es viable la digitalización de la sociedad a este ritmo de contaminación tecnológica?

Esta es otra de las razones por las que afirmo que tenemos que elegir y usar nuestra tecnología con conciencia y con un enfoque holístico.

La visión panorámica es que con unas líneas directrices correctas podríamos llegar a cambiar la ecuación de este problema y usar la tecnología para propiciar el progreso que necesitamos resolviendo al mismo tiempo los problemas que genera.