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Plataformas y la redistribución de valor hacia China y EEUU con Nick Srnicek

"[Los riders] son espiados en redes sociales por empresas cuyo objetivo es saber si buscan apoyo sindical."

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Nick Srnicek es profesor de economía digital en el King 's College de Londres y autor de Capitalismo de Plataformas (Caja Negra, 2018). Su trabajo se centra en la naturaleza evolutiva de la economía de plataforma, con especial atención en los monopolios de esta era y también en "cómo la inteligencia artificial agravará los problemas que vemos hoy en día en torno a los monopolios digitales".

Así mismo, Srnicek investiga sobre las políticas del post-trabajo, es decir, la idea de que la sociedad debería tratar de reducir la cantidad de trabajo asalariado con el fin de maximizar el tiempo libre para escoger libremente qué hacer con nuestras vidas, sobre todo a través de la automatización.

¿Se puede calcular el impacto económico mundial de la economía de plataforma?

Por un lado, el impacto es evidente: las empresas de plataformas son las más valiosas del mundo y en la pandemia han sido las únicas que han mantenido a flote los mercados bursátiles. 

En el día a día, todos utilizamos los servicios de estas plataformas: para trabajar, para socializar, para relajarnos, etc. Por tanto, el impacto de la economía de plataforma ha sido enorme.

Sin embargo, cuantificar su valor es algo mucho más difícil. Las valoraciones bursátiles están tristemente sujetas a ‘espíritus animales’ [John Maynard Keynes, La teoría general del empleo, el interés y el dinero], mientras que la naturaleza libre de los servicios a usuario de las plataformas significa que su valor no se refleja en métricas como el PIB. Hay un pequeño ejército de economistas y contables tratando de discernir el valor cuantitativo de la economía de plataforma, pero creo que tal vez es más interesante preguntarse por la distribución del valor. 

Lo importante aquí es que las plataformas más grandes e importantes están concentradas en dos países: Estados Unidos y China. Además, casi uno de cada dos servicios digitales y start-ups dependen de alguna manera de estas plataformas planetarias, por ejemplo al alquilar espacio de servidor de un proveedor de computación en la nube. 

El resultado final, me parece, es una redistribución significativa del valor hacia las plataformas más grandes y hacia las bases geográficas de sus negocios. Si bien la economía de plataforma ha tenido un impacto claro y significativo en la economía, debería quedar igualmente claro que están inclinando aún más la distribución del valor hacia unas pocas empresas y regiones.

¿Cambiarán el big data, los nuevos algoritmos y la computación en la nube la naturaleza del trabajo y la estructura de la economía y en qué medida?

Sí, y ya lo han hecho, aunque no siempre de manera obvia para los responsables políticos. Tal vez el mayor cambio se ha dado en la forma de control en el lugar de trabajo, con una gestión cada vez más y más algorítmica. Estas nuevas tecnologías han permitido un aumento importante de la vigilancia en el lugar de trabajo, y en el caso del trabajo plataforma a menudo se utilizan incluso para sustituir a una persona física en la dirección. 

Los algoritmos, por ejemplo, indican a los repartidores o riders a dónde ir mientras que la estructura de pago está configurada de tal manera que dichos riders tienen que arriesgar su físico habitualmente para cumplir con las entregas. 

Los riders que comparten vehículo son objeto de vigilancia, mientras que las empresas espían la actividad de cada vez más riders en redes sociales para saber si buscan apoyo sindical. De momento estas técnicas están en gran medida limitadas al trabajo de plataforma, pero el aumento del trabajo a distancia a raíz de la Covid-19 está permitiendo que esta vigilancia y control se extiendan a un nuevo y amplio conjunto de trabajadores. 

Ya hay una industria de fabricación de software para monitorizar a los trabajadores en sus hogares y no es difícil imaginar que estas técnicas se normalicen en los próximos años (particularmente dado que los movimientos sindicales siguen siendo relativamente débiles en términos históricos).

¿Conducirá esto al capitalismo de plataforma que menciona en su trabajo?

Las empresas más grandes del mundo ya son plataformas y Apple está cambiando rápidamente a un modelo de negocio más orientado a la plataforma. Esto no quiere decir que todas las empresas pasen a ser plataformas, pero sí que un sector líder e importante de la economía global se basa ahora en este modelo de negocio. Lo crucial es que la plataforma tiende a fomentar las tendencias de monopolización dada su dependencia de los efectos de la red. 

En combinación con la riqueza y los recursos de las plataformas más grandes, estas tendencias de monopolización les están permitiendo alcanzar a toda la economía, un proceso que ha sido acelerado por la Covid-19 con el distanciamiento social, el trabajo a distancia y los programas de seguimiento y rastreo, todo lo cual representa un nuevo sustento para estas empresas.

 

Los defensores de la economía de plataforma argumentan que los productores pueden convertirse en proto-empresarios con horarios flexibles y beneficiarse de estas plataformas, y que ciertas plataformas pueden desbloquear el valor comercial de activos personales infrautilizados. ¿Cuál es su opinión al respecto?

Es cierto que los propios trabajadores de plataforma a menudo invocan la flexibilidad del trabajo como uno de sus beneficios clave. Sin embargo, esta flexibilidad es a costa de una individualización del riesgo. Los avances en la colectivización del riesgo (por ejemplo desempleo, lesiones, enfermedades, etc.) que tanto costó lograr ahora están siendo debilitados por las lagunas del derecho laboral. 

Las empresas de plataforma basadas en un modelo de empleo de «contratista independiente» están eludiendo sus responsabilidades, mientras que su endémica evasión fiscal socava lo que queda del estado de bienestar.

En su lugar, son los trabajadores individuales los que tienen que asumir la mayor parte de los riesgos, un tremendo peso en tiempos normales, por no hablar de que sucede en medio de una pandemia global. 

Se utiliza la retórica del emprendimiento, pero lo cierto es que, por mucho que se les llame de otra manera, estos trabajadores son simplemente empleados explotados.

¿Cómo transformará la economía de plataforma nuestras comunidades y nuestra vida social?

Los efectos son diferentes en los diferentes tipos de plataformas; el impacto de Uber es muy diferente del de Facebook, por ejemplo. Por lo tanto, es difícil establecer cambios generales, pero creo que en los últimos años estamos asistiendo a una mayor conciencia de sus efectos negativos. Para muchos, los primeros años de la era de la plataforma fueron relativamente benignos: servicios más baratos, mayor conectividad y más posibilidades, y mientras tanto los trabajadores explotados detrás de estas plataformas eran por lo general invisibles para los usuarios. 

Pero las plataformas, en particular las plataformas de redes sociales, comenzaron a alterar el orden progresista en 2016 con acontecimientos como el referéndum del Brexit y la elección de Donald Trump, y es aquí donde los medios empezaron a estar más atentos. 

Ciertas creencias consolidadas sobre el mundo comenzaron a resquebrajarse y las plataformas se han llevado muchas de las críticas: los evidentes efectos de las noticias falsas, burbujas de filtro y cámaras de resonancia, manipulación política a partir de datos de usuarios, etc. Creo que muchas de estas afirmaciones son a menudo exageradas, pero también que las redes sociales han contribuido, por ejemplo, al fomento de las narrativas de conspiración. La facilidad para publicar material y compartirlo online ha permitido que un gran abanico de teorías falsas se propague extensamente.

Al mismo tiempo, y esto se podría considerar un principio general, la tecnología no es la única responsable de estos efectos negativos. Hay que examinar siempre los cambios sociales y económicos a gran escala que ayudan a ese impacto negativo asociado a las plataformas. 

En el caso de las teorías de la conspiración, hay que analizar la creciente desconfianza del público hacia los medios de comunicación y los políticos, y tenemos que preguntarnos por qué la gente se siente atraída por estas narrativas (si las redes sociales son un factor en el lado de la oferta, también tenemos que mirar el lado de la demanda) y cómo los efectos secundarios continuados de la crisis de 2008 han cambiado a mal la visión del mundo de muchos. 

Así mismo, en lo que a Uber y la explotación de sus trabajadores respecta, el problema no es sólo una nueva tecnología de plataforma, sino también los efectos del desempleo desde 2008, la canalización de la inversión a las tecnológicas al reducir las tasas los bancos centrales y la agresiva presión de estas empresas para reescribir las reglas a su favor (la Proposition 22 en California es sólo el último ejemplo). Si no tenemos en cuenta estos elementos más generales, corremos el riesgo de creer que simples cambios en la tecnología corregirán los problemas que vemos en todas partes hoy en día.

¿Estamos a tiempo de controlar el impacto final de un sistema tecnoeconómico?

Ursula K. Le Guin, autora de ciencia ficción, dijo una vez que «vivimos en el capitalismo, su poder parece ineludible, pero también lo parecía el derecho divino de los reyes. Los humanos pueden resistir y cambiar cualquier poder humano». Siempre existe la posibilidad de transformar cómo organizamos nuestras sociedades y economías, aunque haya importantes obstáculos estructurales a dicho cambio. 

No hay una solución única, sino una variedad de pequeñas vías para que el equilibrio de nuestras economías deje de estar influenciado por las grandes plataformas: cooperativas de plataformas, regulación de servicios de utilidad pública, infraestructuras descentralizadas, alternativas públicas, combinado con sindicatos con visión de futuro, movimientos sociales ruidosos, intelectuales activistas y políticos comprensivos pueden direccionar nuestro sistema actual hacia el beneficio de los ciudadanos de a pie.