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Makers y economía abierta, por César García

"Los coronavirus makers produjeron más de 850.000 viseras de forma distribuida".

Tags: '3D' 'César García' 'Comercio tradicional' 'COVID-19' 'Maker economy' 'Makers' 'Plataformas digitales'

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César García es un investigador y divulgador independiente cuyo trabajo se centra en explorar el potencial de las nuevas tecnologías, como la Fabricación Digital e Internet de las Cosas, y los cambios que producen a nivel social y educativo. Es Ingeniero Técnico de Sistemas y Licenciado en Estudios de Asia Oriental por la Universidad Oberta de Catalunya, así como graduado del programa de Fabricación Digital Fab Academy.

Su objetivo actual es potenciar la red de espacios de fabricación digital, dar a conocer la cultura maker, explorar nuevos modelos de colaboración y aprendizaje, analizar el potencial de Internet de las Cosas e investigar cómo pueden facilitar la transformación digital de las organizaciones.

¿En qué consiste tu trabajo?

Trabajo como investigador y formador en nuevas tecnologías. Estoy especializado en Internet de las Cosas, el movimiento maker y la fabricación digital. Combino esta labor con la participación en comunidades makers y en temas relacionados con participación ciudadana. Difundo lo que aprendo a través de un podcast y canal de Youtube llamado La Hora Maker.

¿Qué son los makers, y cuán importante es la maker economy hoy en día?

Los makers son personas con gran curiosidad que emplean distintas herramientas para el prototipado rápido, como las impresoras 3D o placas de electrónica como Arduino, para poder materializar sus proyectos.

Además de estas herramientas digitales, pueden utilizar también herramientas más convencionales para dar rienda suelta a su creatividad.

Muchos makers tienen múltiples inquietudes y han combinado distintos estudios a lo largo de su vida, desde la ingeniería a la informática, moda, artes plásticas, etc. Una de las características clave de este grupo su interés por la cultura libre. Por lo general, están interesados en compartir sus invenciones con otras personas con licencias que permiten a cualquiera aprender cómo están construidas sus invenciones y en promover la colaboración. En muchas ocasiones, estos makers se encuentran en espacios conocidos como makespaces o fablabs, para hacer uso de herramientas compartidas.

La revista TIME describe a los makers como el movimiento "que puede proveer a cualquiera con las herramientas para pasar de ser meros consumidores a creadores". ¿Es ésta la revolución que necesitamos? ¿Por qué?

En estas últimas semanas he estado observando en múltiples medios una imagen de los makers que está un poco alejada de la realidad.

Hay muchos makers que tienen profesiones creativas, relacionadas con el prototipado, la electrónica, la impresión 3D, la robótica, etc. Muchos otros makers, lo entienden como un hobby, como una forma de ver el mundo y aproximarse a todo tipo de problemas fascinantes. Estas personas pueden estar trabajando en grandes empresas y dedican su tiempo de ocio a crear y compartir por pura pasión, conectando con otros makers que comparten esta misma forma de ver el mundo. Dentro del espectro consumidor frente a autoabastecimiento hay muchísimos matices.

Por una parte, las herramientas de fabricación digital pueden crear distintos elementos a día de hoy, pero estos representan un porcentaje muy pequeño respecto al total de cosas que necesitamos en día a día: desde los servicios online, a las utilities a cosas tan básicas como la alimentación.

Si que creo que dentro del movimiento maker se apuesta por valores como la apertura del conocimiento y la colaboración. En los aspectos más materiales, hay makers que abogan por un consumo responsable, por la reutilización y el reciclaje, pero hay otras personas apasionadas por la tecnología que están interesadas en probar las últimas novedades, que llegan directamente desde Shenzhen (China).

¿Cómo puede influir la comunidad maker en la economía?

Las makers están integrados dentro de la economía actual. Es cierto que pueden producir distintos elementos utilizando diversas herramientas, pero estamos muy lejos de poder crear casi cualquier cosa de forma trivial.

Esto no significa que no exista margen de mejora para muchos procesos o tecnologías, para hacerlas más accesibles. Por ejemplo, nuestra economía ahora mismo están basada en un modelo lineal en el que se producen bienes, que se emplean y luego son desechados.

Si aspiramos a un mundo menos contaminado, podemos rediseñar estos procesos para que sean de tipo circular. Esto implicaría diseños más modulares, que pudieran repararse fácilmente o descomponerse en elementos sencillos para su reciclaje y reutilización. Muchas de las herramientas con las que trabajan los makers facilitan este tipo de procesos, a través de la impresión 3D, o de los diseños modulares en abierto o simplemente compartiendo el código para que otras personas puedan aprender.

César García

Usted es uno de los curadores del foro coronavirus makers, punto de encuentro de personas y grupos que quieren aportar soluciones a necesidades generadas por la pandemia hechas por ellos mismos. ¿Cuáles han sido las mejores ideas que han visto hasta ahora?

El foro comenzó como una forma de canalizar todo el conocimientos y energía de los grupos que surgieron espontáneamente en Telegram. En el momento inicial, los primeros esfuerzos se centraron en la creación de respiradores de código abierto, que permitiera a cualquier persona
en el mundo crear su propia versión utilizando la impresión 3D. Según fueron creciendo estos grupos, se comprobó que existían otros muchos intereses, grupos y conocimiento, por lo que se empezó a tratar otras ideas.

Quizás el diseño más visible sea la visera impresa en 3D, que se combina con una lámina transparente para proteger a los sanitarios ante salpicaduras en zonas con alta carga vírica.

Aparte de este diseño, existen otros muchos proyectos que están ahora mismo en desarrollo como gafas de protección impresas en 3D, mascarillas de silicona de grado UCI, máquinas de diálisis, salvaorejas para que los sanitarios puedan llevar las mascarillas más cómodamente, etc.

La clave en estos casos ha sido la flexibilidad del grupo para detectar nuevas necesidades a partir de vecinos, familiares, conocidos, en primera línea contra el virus y convertirlos en modelos
3D creados de forma colaborativo con el impulso de muchas personas de forma voluntaria.

¿Pueden estas semanas cambiar nuestra forma de consumir de aquí en adelante?

La situación actual de confinamiento con el COVID-19 está cambiando ya nuestros hábitos de trabajo y consumo.

En todo el mundo las plataformas online están recibiendo un número record de pedidos, lo que pone en jaque al comercio tradicional de proximidad no digitalizado.

Hace unos meses se veía complejo implantar una política para el teletrabajo y de un día para otro muchas empresas han tenido que adoptar este formato.

Esta pandemia ha acelerado, sin duda, los procesos de digitalización y teletrabajo en las empresas. De estos meses de trabajo se extraerán aprendizajes que ayudarán a organizar el trabajo de una forma más flexible, centrada en los resultados y más distribuida.

El impulso que las impresoras 3D dieron al movimiento maker hace aproximadamente siete años parece en parte haberse diluido con el tiempo. ¿Ha sido el movimiento maker parcialmente una moda?

A principios de la década pasada empezó a crecer el número de empresas dedicadas a la impresión 3D, muchas con orígenes maker. Con el paso de los años, estas empresas se han consolidado, como ocurre en casi cualquier ámbito, en varias empresas de volumen mucho más grandes a través de fusiones y adquisiciones.

Este proceso permitió un abaratamiento paulatino de las impresoras 3D, que pasaron de costar varios miles de euros a unas cantidades cercanas a los mil euros. La incursión de nuevos fabricantes chinos, con modelos de bajo coste, ha permitido rebajar más ese precio hasta las centenas de euros.

Esto ha permitido que mucha más gente pueda sumarse y descubrir la impresión 3D de primera mano. Es esta capilaridad la que ha permitido a comunidades como coronavirus makers producir más de 850.000 viseras de forma distribuida, que las máquinas, los materiales y los conocimientos necesarios para utilizarlas estuvieran más accesibles que nunca.

El movimiento maker como tal, va evolucionado a lo largo del tiempo y creo que los procesos de aprendizaje y colaboración en abierto son mucho más importantes que la tecnología específica de fabricación. Hoy se usa el 3D fundiendo plástico, pero existen otras muchas tecnologías complementarias que podrían emplearse a futuro.

En un artículo de la revista MITSloan se habla del movimiento maker como la corriente creativa que puede combatir la cultura crítica que predomina en las empresas, en las cuales un 15% del tiempo se invierte en reuniones dedicadas evaluar proyectos. En éstas, añade, generalmente los participantes prefieren criticar a ser criticados, y difícilmente se arriesgan a proponer nuevas ideas. ¿Cree que la innovación se encuentra, efectivamente, fuera de las grandes corporaciones y en movimientos como el de los makers?

Muchas grandes empresas como Airbus, Stanley o Microsoft están empezando a incorporar espacios maker para el prototipado.

Esto les permite evaluar ideas de forma mucho más rápida, ya que en lugar de mantener el diseño en abstracto, se materializa de forma ágil. Esto facilita conversaciones en torno a este prototipo concreto y ayuda a evaluarlo con casos de uso reales.

Ahora mismo estos espacios se plantean como un complemento para otras dinámicas dentro del entorno de trabajo. El reto principalmente consiste en cómo encajar las políticas de incentivos de la empresa con estos nuevos espacios? ¿Son espacios que puede usar todo el mundo? ¿Solo con un permiso de alguien? ¿En qué horario están abiertos? ¿Cómo se transfiere lo que se inventa en estos espacios al resto de procesos productivos?

Desde mi punto de vista el principal reto es cómo hacer que estos espacios sirven de interfaz y habiliten procesos de innovación abierta. En muchos casos se están creando espacios con muchas máquinas, pero que siguen dinámicas tradicionales y están cerrados al exterior, trabajando de igual que antes. El reto es cómo sumar inputs externos, colaborar con personas ajenas a la empresa y que esta relación sea justa y recíproca para todas las partes implicadas.

¿Se puede considerar a empresarios de éxito hoy en día como Elon Musk o el difunto Steve Jobs como makers? ¿Qué otros ejemplos de éxito existen?

Desde mi punto de vista Steve Jobs o Elon Musk no son makers. Son personas creativas, visionarias con múltiples intereses y con capacidad de organizar grandes equipos para materializar sus ideas.

Si pensamos en el equipo original en Apple, Wozniak sería la persona con un rol más similar al que entendemos ahora como maker, combinando distintos elementos electrónicos para crear los primeros prototipos y a partir de ahí, ser capaz de mejorarlos rápidamente.

Existen muchos ejemplos de emprendedores dentro del mundo maker, como Josef Prusa, que tiene una empresa de impresoras 3D o Limor Fried, de la empresa de electrónica de Adafruit. Pero el mundo maker es mucho más que emprendimiento y personas individuales.

Muchos de los proyectos más conocidos como Reprap, cuentan con miles de colaboradores por el mundo. El potencial de lo maker reside en estas comunidades trabajando en abierto de forma colaborativa.

Para muchas personas, lo maker es una faceta creativa en sus vidas, un hobby, que complementa su trabajo habitual del día a día. A través de esta práctica, descubren cosas nuevas, aprenden a materializar sus ideas y se mantienen al día. Cualquier maker que se pone manos a la obra para  trabajar en su proyecto y consigue llevarlo a cabo es, para mi, un caso de éxito.