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Marta Arniani

«Cada vez delegaremos más decisiones en la tecnología»

Tags: 'Blockchain' 'Innovación pública' 'Inteligencia artificial' 'Marco regulador'

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Marta Arniani es miembro del Think Tank Digital Gap de Digital Future Society, creative thinker sobre los límites del tecnocentrismo, gerente de proyectos y experta en Horizonte 2020. Diseña proyectos de innovación abierta, estrategias y eventos creando un terreno de encuentro para diferentes disciplinas e industrias. En sus proyectos, construye una cultura de innovación centrada en el impacto y el significado. Marta Arniani dirige un boletín sobre el impacto social de la tecnología y la innovación, Futuribile/Curating Futures.

¿Cómo ve la evolución de la revolución digital en la próxima década?

Creo que el término «revolución digital» es bueno para el marketing, pero perjudicial para la sociedad. La tecnología ya forma parte de la infraestructura de la realidad, no es una capa neutral sobre lo ya existente, da forma a objetos, experiencias y hábitats. Existe una línea divisoria entre estar online y no estarlo (p.ej., seguimos irradiando datos incluso cuando no estamos utilizando los dispositivos de manera consciente); o entre hacer las cosas de manera deliberada y digerir las opciones preseleccionadas por la recomendación de un algoritmo. Además, las interfaces se están alejando de las pantallas y la fría tapa metálica de un ordenador, se están introduciendo en objetos y espacios de vida cotidianos, o en nuestro cuerpo. Esta invisibilidad es algo que se ha estado gestando en silencio en los últimos 20 años, y en los próximos diez, se expandirá y se consolidará en nuestra vida cotidiana. Siempre me han interesado los espacios de conciencia y autodeterminación que podemos diseñar dentro de eso. Recientemente, comencé a analizar cómo se puede utilizar esta granularidad de datos y operaciones para combatir de manera colectiva el desastre climático en lugar de servir a los modelos comerciales extractivos.

¿El futuro será más inclusivo o menos inclusivo? ¿Nos estamos aproximando a una sociedad digital más igualitaria?

La tecnología tiende a acelerar o normalizar las desigualdades existentes. Agregar una capa de tecnología sobre un modelo económico desigual y calificarlo como «economía compartida» (véanse las condiciones de trabajo de los conductores de Uber) o «construcción de la comunidad» (véase el modelo de ingresos de Facebook) no hará que sea más igualitario. Si observamos la igualdad de oportunidades, en los sistemas de lógica binaria no hay espacio para la inclusión, sino que se trata de un tipo de situación «con nosotros» o «contra nosotros», que no reconoce la existencia misma de la diversidad y la interseccionalidad de nuestras identidades (véase cualquier estudio de caso de sesgo de algoritmo). El lado positivo es que la tecnología puede ayudar a generar igualdad en situaciones en las que se utilice para lograr que el conocimiento y los servicios sean accesibles (piense en las discapacidades, la alfabetización o las condiciones de las mujeres en ciertas sociedades). En un futuro ideal, la igualdad en lo que llamamos la sociedad digital será sinónimo de oportunidades y obligaciones ambientales (acceso a recursos, consumo y producción sostenibles) y anonimato (haciendo de la privacidad un bien básico y no un lujo).

¿Qué tecnología será la más radical en el futuro próximo?

Si se refiere a impactante, destacará la combinación de la automatización gestionada por IA con el IoT. Delegaremos cada vez más la toma de decisiones en los algoritmos, perdiendo nuestra capacidad de tomar decisiones independientes y de comprender el contexto de la elección. La implementación de esas decisiones se realizará de manera generalizada a través del IoT, que combina conectividad, seguimiento de datos y operaciones cotidianas. Si me pregunta qué será radical en términos de alterar el orden establecido, será la propiedad colectiva de los servicios tecnológicos (como las aplicaciones de viajes compartidos o de alquiler de viviendas) y de las infraestructuras de conectividad. Básicamente, la ampliación de la gama de servicios públicos.

¿Cómo deben prepararse los gobiernos para esto?

Los gobiernos tienen la misión de trabajar en objetivos y bienestar colectivo a largo plazo, aunque lamentablemente la mayoría de las veces lo único que se deriva de los mandatos es la lentitud de los poderes públicos y su lenta capacidad de regulación. Deberían ser más proactivos si quieren evolucionar para sobrevivir a la ola actual de privatización de los servicios básicos, lo que está haciendo que pasen a ser un vestigio anticuado del pasado. El sector privado se ha beneficiado en gran medida de las nuevas oportunidades que ofrece la economía de datos, ahora es el momento para que el sector público fomente iniciativas público-privadas donde los datos se utilicen para generar valor para los ciudadanos. En las ciudades inteligentes, la «inteligencia» está en gran medida dictada por el sector privado. Existe un gran margen de mejora si cambiamos el objetivo de la eficiencia tecnológica para aumentar la calidad de vida. En cierto modo, es como aplicar un principio de frugalidad: en lugar de optimizar por optimizar, optimizaríamos los problemas y las soluciones, creando un mercado próspero gracias a que se tienen en cuenta las necesidades reales. Además, dado que la ciudad es un espacio que los ciudadanos pueden aprovechar y donde pueden desarrollar un sentido de pertenencia más fácilmente que con el estado, sospecho que asistiríamos a un incremento del sentido de ciudadanía y solidaridad en ese paradigma.

¿Cuál será el mayor desafío social en los próximos años?

La migración seguirá obligando a los gobiernos a abordar la cuestión de la alteridad y la inclusión más allá de la vigilancia y la identificación biométrica, y debemos comenzar a planificar seriamente la migración provocada por el empeoramiento del clima. Los próximos años serán decisivos para la salud del planeta y suponen una estupenda ocasión para revisar el oportunismo y el individualismo social que condujeron a esta situación de emergencia. Con esto en mente, los mayores desafíos sociales que tenemos con respecto a la tecnología son, en primer lugar, comprender que nos movemos en una infraestructura híbrida de lo cotidiano y no en la ilusión analógica-digital; después, construir una base de derechos inalienables que tengan en cuenta las nuevas capacidades de la tecnología y reintegren a las personas como ciudadanos (con todas las implicaciones de responsabilidad, solidaridad y objetivos compartidos que conlleva el término) en lugar de consumidores; finalmente, promover e incentivar modelos a seguir e historias de éxito de personalización, reutilización y acción colectiva, donde la tecnología sea un medio abierto y no un oclusor de posibilidades. Veo con optimismo cualquier iniciativa que sea capaz de generar conciencia sobre la caja negra de la tecnología a nivel social (alfabetización digital, ciencia ciudadana, DIY) y que se utilice para el interés de los ciudadanos. Para lograrlo necesitamos más esfuerzos de arriba hacia abajo que favorezcan modelos económicos colaborativos y circulares.