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Necesitamos sistemas económicos alternativos, por Peter Flemming.

"Hay formas de organización de la actividad económica que no lo sacrifican todo por una expansión sin fin, como demuestran movimientos de crecimiento cero y anti-crecimiento."

Tags: 'Cambio climático' 'capitalism' 'Climate change' 'Cuarta revolución industrial' 'Digital transformation' 'Future of work' 'Job precariousness' 'labour market' 'Platform work' 'Riders' 'The Death of Homo Economicus'

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Peter Fleming es profesor en la Universidad de Tecnología de Sydney y lo ha sido también de la Universidad de Londres y Cambridge. Firma así mismo una conocida columna de opinión sobre economía en The Guardian e investiga sobre la transformación del trabajo y el empleo.

Además, Fleming es autor de La mitología del trabajo (Plutón, 2015) y La muerte del Homo Economicus (Plutón, 2017), un libro "que polemiza de forma mordaz y elegante llamando a la desprivatización de la esfera pública y a la solidaridad con los más afectados por la precarización".

Según Joseph Alois Schumpeter, las tres revoluciones tecnológicas que hemos vivido hasta ahora han permitido que un nuevo grupo social accediera a "la buena vida". ¿Considera que estamos viviendo una nueva revolución que podría llegar a tener ese mismo impacto en la sociedad?

Uno de los discursos dominantes y con mayor aceptación en torno a las nuevas tecnologías es que se trata de un arma de doble filo.

Lo que en su día se pensó podía tener un efecto socialmente progresistas tiene también un lado oscuro que es importante tener en cuenta.

Hoy resulta difícil imaginar, por ejemplo, a Uber, Amazon y Facebook como emancipadores, democráticos y opuestos a la tiranía de la autoridad. Pero así era hace diez años.

Además, es muy importante tener en cuenta otros dos aspectos. Con la revolución tecnológica digital, las divisiones ya presentes en la sociedad (la desigualdad en la riqueza, por ejemplo) se han ampliado en gran medida.

Y segundo lugar, se han exagerado los beneficios económicos de la informatización en la economía. Lo podemos comprobar con las cifras de productividad, que sufrieron una fuerte desaceleración en la mayoría de las economías avanzadas a partir de la década de 1990. De ahí la famosa cita del economista Robert Solow diciendo que “la era de las computadoras estaba en todas partes menos en las estadísticas de productividad”.

Los expertos alertan del surgimiento en el corazón de la economía de plataforma y el ghost work de una nueva clase social experta en tecnología pero con pocos recursos económicos, y de cómo la deuda se ha convertido en “una forma de vida” y los trabajos son cada vez más precarios. ¿Cuál es su opinión al respecto?

Estoy de acuerdo. La calidad del trabajo y el empleo ha disminuido especialmente durante el último año en términos de salario y condiciones. La precariedad y la precarización pronto serán la norma para la mayoría.

Esto se hace aún más difícil dado el coste de la crisis (lo que incluye una gran deuda personal) con la continua degradación del estado de bienestar y la cada vez mayor y más profunda expansión de las fuerzas del mercado en la sociedad.

Sin embargo, creo que hemos de ser cautos a la hora de culpar a la tecnología de todo esto. La digitalización (en general) refleja los desequilibrios de poder existentes antes de su aplicación a la actividad económica: el declive de los sindicatos, el retroceso del estado de bienestar y la conversión del gasto público (en educación, por ejemplo) en deuda personal. La terrible mercantilización / dependencia del crédito del mercado de la vivienda, que condujo a toda una generación a alquilar apartamentos de mala calidad. Uber, por ejemplo, es un modelo de negocio que simplemente capitaliza estas tendencias.

 

Cuando pensamos en el futuro del trabajo, nos preocupa que los robots reemplacen a los humanos en una servidumbre distópica o en una utopía donde la vida es ocio. Sin embargo, en los países desarrollados, de 2018 a 2028 el mayor aumento en el empleo se dio en el sector de los cuidados hospitalarios a domicilio así como en la asistencia personal a domicilio, un reflejo del envejecimiento de la población mundial. ¿Cómo cree que evolucionará el trabajo en los próximos 20 años?

Estoy de acuerdo. La calidad del trabajo y el empleo ha disminuido especialmente durante el último año en términos de salario y condiciones. La precariedad y la precarización pronto serán la norma para la mayoría.

Esto se hace aún más difícil dado el coste de la crisis (lo que incluye una gran deuda personal) con la continua degradación del estado de bienestar y la cada vez mayor y más profunda expansión de las fuerzas del mercado en la sociedad.

Sin embargo, creo que hemos de ser cautos a la hora de culpar a la tecnología de todo esto. La digitalización (en general) refleja los desequilibrios de poder existentes antes de su aplicación a la actividad económica: el declive de los sindicatos, el retroceso del estado de bienestar y la conversión del gasto público (en educación, por ejemplo) en deuda personal. La terrible mercantilización / dependencia del crédito del mercado de la vivienda, que condujo a toda una generación a alquilar apartamentos de mala calidad. Uber, por ejemplo, es un modelo de negocio que simplemente capitaliza estas tendencias.

 

La mayoría de las decisiones económicas que hemos tomado en las últimas décadas propician que los trabajos se conviertan en variables de una ecuación, sin reconocimiento, valor o acceso a una red de protección. Pero la pandemia nos ha demostrado la importancia de los servicios sociales y un sistema público sólido. ¿Pueden las fuerzas de trabajo desagregadas gestionadas por algoritmos destruir el sistema público y el estado de bienestar?

Para mí, están sucediendo dos cosas interesantes al respecto.

En primer lugar, las que usted llama «fuerzas de trabajo desagregadas gestionadas por algoritmos» están aisladas e individualizadas. Una empresa de transporte compartido puede tener miles de trabajadores, pero éstos operan como unidades independientes y rara vez interactúan entre sí.

Hay casos en los que estos trabajadores se han colectivizado, por supuesto, pero en general el proceso de individualización ha triunfado en su misión: trasladar casi todos los costes del empleo (que en su día las empresas consideraron propios) a los -de facto- empleados. Así que aquí no hay oportunidad para la esfera pública.

Se podría denominar la ultra privatización del ámbito económico. Sin embargo, esto conduce a un segundo punto. Los trabajadores en situaciones precarias casi siempre dependen del estado del bienestar para obtener exenciones fiscales, subsidios para la vivienda, atención médica gratuita, etc.

Creo que la economía de plataforma externaliza esos costes (de los que un empleador debería ser responsable a través de salarios y condiciones) no solo al propio empleado, sino también al estado de bienestar, que los asume en última instancia (al menos en países donde existe en alguna medida). 

Una empresa de viajes compartidos no paga impuestos en nóminas, por ejemplo, algo que hubiera contribuido al sistema público de salud. Sin embargo, sus conductores siguen teniendo que hacer uso de los médicos.

Por lo tanto, en mi opinión, hay algo bastante parasitario en el modelo de negocio de la economía de plataforma. 

¿Ha llegado la era de la producción en masa a su saturación y necesitamos un cambio de paradigma?

Sí, ciertamente necesitamos cambiar el paradigma. Y se está haciendo un buen trabajo en sistemas económicos alternativos.

Sin embargo, la producción en masa todavía parece ser la norma. Solo hay que fijarse en el aumento exponencial de la riqueza de Jeff Bezos durante la pandemia.

Mi predicción es que serán las fuerzas de la naturaleza las que pongan los límites a la era de la producción masiva, con más sequías e incendios durante el verano, mayor extinción de especies y aumento del nivel del mar. Creo que el paradigma está tan arraigado que se necesitará algún tipo de sacudida externa para cambiar de rumbo. 

Algunos piden y consideran que existe una posibilidad real de crecimiento inteligente, sostenible y global por delante. Una nueva edad de oro. Pero, ¿necesitamos seguir creciendo?

Como he mencionado anteriormente, el crecimiento parece haberse estancado en la mayoría de los países desde la década de 1990. Se cree que un razón clave para esto es el paso del industrialismo al postindustrialismo.

Pero más allá de esto, estoy de acuerdo en que necesitamos repensar la idea del crecimiento como único indicador del bienestar humano, sin importar sus consecuencias.

Hay límites para el crecimiento que vemos en términos de consumismo y su impacto en la ecología. Y, por supuesto, hay formas de organizar la actividad económica que no lo sacrifican todo por una expansión sin fin, como demuestran movimientos de crecimiento cero y anti-crecimiento (que han sido bien recibidos incluso entre algunos economistas).

Pero, una vez más, las fuerzas socioeconómicas que han endiosado el crecimiento están bastante arraigadas. Necesitamos pensar no sólo en alternativas, ya que ahora hay muchas para elegir, sino en métodos para salir adelante de la situación actual.

¿Qué tipo de ideales y movimientos políticos podrían desplazar el status quo y ser lo suficientemente convincentes como para conseguir una ‘Edad de Oro’ centrada en el ser humano (en contraposición a una que se basa en un conjunto limitado de criterios económicos cuya utilidad ya no está tan clara)?