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Personal asistencial de mayores, grandes demandas y pocos derechos, por Borja Arrue Astrain

"Tenemos que hablar sobre el envejecimiento y sobre el hecho de que la edad nunca debería determinar si disfrutamos de nuestros derechos humanos y cómo lo hacemos".

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Borja Arrue Astrain trabaja en AGE Platform Europe, la red europea de organizaciones para la igualdad y la dignidad en la vejez, donde es responsable del área de políticas de atención: "Intentamos generar y compartir conocimiento en aquellas cuestiones que nos permiten influir en las políticas de la Unión Europea. También trabajamos junto a las oficinas europeas de prestación de servicios de atención, sindicatos y otros grupos de la población, por ejemplo personas con discapacidad".

¿Seguimos viviendo bajo sistemas de bienestar de la posguerra? ¿Deberíamos repensarlos, especialmente en lo que respecta a las personas mayores?

Desde luego que sí.

Nuestros sistemas de bienestar han demostrado tener dificultades para abordar las nuevas realidades sociales. Estos incluyen una vida más larga, una mayor igualdad de género, un mercado laboral más precario y una disminución de las tasas de natalidad, entre otros. Todos estos temas tienen un impacto tanto en las personas mayores de hoy en día como en las que serán mayores en un futuro.

De hecho, debemos pensar en el bienestar a lo largo del curso de la vida: cómo vives cuando eres un niño y adulto determina en gran medida cómo vivirás en la edad avanzada. Por lo tanto, necesitamos que nuestros sistemas de bienestar nos apoyen a lo largo de toda nuestra vida.

Para prevenir las dificultades y las desigualdades se debe educar desde que somos pequeños.

Nuestros estados de bienestar todavía luchan por integrar este enfoque integral del curso de la vida en políticas y legislación, es una revolución pendiente.

La Comisión de Igualdad y Derechos Humanos señala que en el mercado laboral hay pocos empleos con una carga de trabajo, niveles de responsabilidad individual y de habilidades comunicativas y prácticas tan altas a los que se adjudique tan poco valor. ¿Debemos mejorar las condiciones de trabajo de los cuidadores?

Absolutamente. Debido al estigma en torno a la vejez y las necesidades de atención, los servicios sufren un alto grado de infrafinanciación y precarización.

El sector de los servicios asistenciales se caracteriza por salarios muy bajos, una baja consideración social y condiciones de trabajo extremadamente difíciles, y esto pasa en toda Europa. Los cuidadores son la mayoría de las veces mujeres de minorías y su arduo trabajo es a menudo insuficiente para proporcionarles un nivel de vida aceptable.

Hemos trabajado con sindicatos en este ámbito y en nuestros intercambios quedó muy claro que existe un fuerte vínculo entre las condiciones de trabajo y la calidad de los servicios asistenciales.

Por lo tanto, luchar por unas buenas condiciones de trabajo para los trabajadores de este sector es también una lucha por los derechos de las personas mayores que necesitan atención.

¿Subyace en todo ello un problema ético relacionado con cómo consideramos a las personas mayores en nuestra sociedad? ¿Debemos repensar el papel y la situación de las personas mayores en nuestra sociedad y cómo las cuidamos?

Desafiar nuestros prejuicios y estereotipos sobre las personas mayores es realmente urgente, porque son el problema de raíz. En última instancia, no abordaremos adecuadamente las cuestiones relativas a la baja calidad de los servicios, a la financiación y las condiciones de trabajo en la atención si no ponemos fin a los prejuicios, los estereotipos y la discriminación por motivos de edad.

La mayoría de las personas eligen ignorar el hecho de que todos envejecemos y algún día necesitaremos atención, y que no hay nada malo en ello.

Tenemos que hablar sobre el envejecimiento y sobre el hecho de que la edad nunca debería determinar si disfrutamos de nuestros derechos humanos y cómo lo hacemos.

Si no abrimos este debate a nivel social, no desarrollaremos sistemas de atención de calidad y sociedades que lo apoyen. Y esto tiene implicaciones para el bienestar de cada uno de nosotros, si no ahora en el futuro, a medida que envejezcamos.

Sin mencionar, a nivel político, la contradicción que suponen aquellos gobiernos que desean contener los costes en los sistemas de atención y no apoyan a las personas para prevenir esas  futuras necesidades de atención.

Hasta la fecha, los sistemas de atención se basan en gran medida en ideas paternalistas y dependen en exceso de las familias, en su mayoría mujeres, para la prestación de atención no remunerada, lo que agrava las desigualdades de género de larga duración.

¿Cómo funcionan los diferentes países europeos en lo que se refiere al cuidado de las personas mayores?

Es difícil comparar países, ya que hay una amplia gama de servicios dentro de cada uno de ellos, tanto en términos de entornos – cuidado en el hogar, en las instituciones o en la comunidad – y tipos de propiedad – público, privado con fines de lucro y sin ánimo de lucro-.

Además, hay empresas multinacionales que operan con prácticas similares en toda Europa, empresas que con demasiada frecuencia han demostrado ser perjudiciales tanto para los trabajadores como para los derechos de las personas mayores.

Se podría pensar que la situación en los países occidentales con una mayor tradición de participación pública en la atención social es mejor. Sin embargo preocupan seriamente Europa Central y Oriental, donde en algunos servicios no se requiere formación alguna para trabajar en el cuidado de las personas mayores, los contratos son a menudo a muy corto plazo y las horas de trabajo muchas.

Pero incluso en los países más ricos hay graves problemas, como lo demuestran las crisis de atención social en el Reino Unido o las huelgas en las residencias asistenciales francesas.

 

¿Cómo puede la tecnología mejorar las condiciones de trabajo de los trabajadores de la atención y, por lo tanto, el bienestar de las personas mayores?

La tecnología puede desempeñar un papel positivo de muchas maneras. Por ejemplo, apoyando a los trabajadores asistenciales en las actividades físicamente más exigentes lo cual no es poco, ya que hay muchos problemas relacionados con la salud y la seguridad en este sentido.

La tecnología también puede apoyar el intercambio de información entre diferentes trabajadores y proveedores de servicios para ofrecer lo que llamamos atención integrada. Esto implica una coordinación impecable entre los servicios y un intercambio sistemático de información, de modo que las necesidades de la persona que necesita atención y no las cuestiones organizativas sean el núcleo del proceso de atención.

Las herramientas de telemonitorización, las plataformas de datos compartidas y las aplicaciones para dispositivos móviles a los que pueden acceder tanto los profesionales de la atención como la persona que necesita asistencia son algunos de los elementos tecnológicos utilizados en estos modelos, que se están desarrollando en muchas regiones de Europa.

Sin embargo, nunca debemos olvidar que el cara a cara siempre será esencial. Ciertamente hay oportunidades económicas vinculadas con el desarrollo de tecnologías para las personas mayores con necesidades de atención. Pero el punto de partida debe ser una buena calidad de vida. Esto implica la inclusión y el contacto social cara a cara: la tecnología debe ser el medio, no el único y ciertamente no el objetivo final.

Además, asistimos a una tendencia de mayor exigencia a los trabajadores asistenciales al asumir que las tecnologías deben aumentar su productividad. Debemos estar atentos a esta deriva, pues su agravamiento podría poner la tecnología en contra de los derechos de los profesionales de la atención.

¿Qué hemos aprendido de la crisis del coronavirus en lo que respecta a los sistemas de atención a las personas mayores?

La COVID-19 ha expuesto las deficiencias de los sistemas de atención. La mayoría de los efectos de la pandemia, incluyendo el trágico número de muertes de personas mayores o las situaciones generalizadas de abandono y negligencia lamentablemente eran previsibles. Son los trágicos resultados de la falta de garantías de acceso a servicios de atención de calidad para todos.

Hemos observado una evidente falta de coordinación entre salud y atención social, falta de equipos de protección personal para profesionales y personas que necesitan atención, grave escasez de personal y negativa a admitir a las personas mayores en los hospitales. Graves deficiencias que requieren respuestas inmediatas para evitar más muertes y negligencia.

A largo plazo, será necesaria una importante acción gubernamental para evitar que esto vuelva a suceder y para garantizar la dignidad de las personas mayores con necesidades de atención así como los derechos de los trabajadores. Pero también es necesario el esfuerzo de la sociedad en general: necesitamos re-evaluar la forma en que cada uno de nosotros piensa y siente sobre el envejecimiento y el cuidado de mayores.