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¿Cómo garantizar el acceso universal a un mercado laboral digital?, con Dessirée Garcia

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“El mercado laboral es una redonda y las leyes, un cuadrado”

Dessirée Garcia es responsable del programa de Formación e Inserción Laboral en Cáritas Barcelona, que, entre las distintas actividades para ayudar a aquellos en riesgo de exclusión social, ofrece servicios de orientación profesional para que los usuarios puedan tener una oportunidad laboral. Directora del posgrado en Orientación e Inserción Sociolaboral de la Fundación Pere Tarrés en la actualidad, ha sido regidora en el Ayuntamiento de Badalona y jefa de gabinete en la Conselleria de Trabajo de la Generalitat de Catalunya. Le apasiona dirigir y promover proyectos innovadores relacionados con la transformación del mercado laboral.

En tu perfil de LinkedIn, confiesas que lo que más te entusiasma son aquellos proyectos que pueden transformar las vidas de la gente y frenar que las desigualdades se expandan aún más. ¿Qué papel desempeña la tecnología en esta transformación social que impulsáis desde Cáritas Barcelona?

Para nosotros, la tecnología no es un fin, sino una herramienta que nos tiene que permitir acercar a las personas. Pero como todo, si haces un mal uso, lo que puede generar es distancia. El estado de alarma y la pandemia han acelerado muchísimo esta conciencia, sobre todo especialmente en un sector como el social, en el que consideramos que la presencialidad, el tú a tú, es fundamental. Hemos visto una administración pública cerrada a cal y canto, con una burocracia administrativa a través de la tecnología que multiplicaba aún más las ya difíciles burocracias que había presenciales. Eso, para personas que están en situación de vulnerabilidad, sin acceso a dispositivos, sin datos o sin las capacidades, ha supuesto un alejamiento muy grande.

Desde Cáritas Barcelona ofrecéis de orientación profesional y de inserción laboral para garantizar que todo el mundo pueda tener acceso al mercado laboral. ¿Cuán fundamentales dirías que son las competencias digitales?

No olvidemos que hemos llegado a tales niveles de desigualdad durante el estado de alarma que eran las personas que necesitaban trabajar y no podían hacerlo desde caso, porque su calificación no se lo permitía, las que se han estado jugando su salud yendo a cubrir las bajas de las personas que enfermaban. Estamos hablando de esos nichos de mercado. O sea, ni siquiera el derecho a la salud es igual para todos. No todo el mundo accede, ya en el propio puesto de trabajo, a ese híbrido, a esa posibilidad. Para optar a ese puesto de trabajo, aquellas personas que querían cubrir esas bajas de cajera en supermercados tenían que hacer una entrevista online. Esto, otra vez, de la noche al día, de un día para otro y sin previo aviso. Realmente, algo que era antes valorado como de más a más, ahora ha pasado a ser requisito.

¿Por dónde pasa la solución?

Igual que en su día se decidió, en los países privilegiados, que leer y escribir era un derecho fundamental, tiene que existir un plan de alfabetización digital masivo; y del mismo modo, acceso a dispositivos, a datos. Las personas saben que no deben dejar pasar ese tren; por lo tanto, tenemos también la implicación de las personas que se ven claramente afectadas. El ejemplo más claro: quiero ser reponedor, quiero optar porque hay vacantes, porque hay bajas, y en cambio me hacen una telentrevista.

¿Cuáles son los retos que la tecnología está posando sobre el mercado laboral, especialmente para aquellos grupos vulnerables que han recibido mayor atención social tras la crisis pandémica?

El mercado laboral y las relaciones laborales están cambiando, y nosotros seguimos con una legislación basada en la industrialización y en la sociedad postindustrial del siglo XX. Ahora mismo, el mercado es una redonda y las leyes, un cuadrado. Es una cuestión de decir: «Tenemos que seguir protegiendo los derechos laborales, pero adaptarlo», a los nuevos tiempos, adaptarlo a los telemigrantes. ¿Significa eso que tienes que estar constantemente conectado? No, uno debe tener derecho igualmente a su desconexión, a sus vacaciones, a sus tiempos de descanso, a su prevención de riesgos laborales. Pero esto tiene que contemplarse.

Sabemos que la formación es importante, marca una parte de ese acceso también a la digitalización. Tienes formación, accedes a la digitalización, a lo mejor incluso puedes teletrabajar y puedes elegir incluso la empresa. El reto está en no usar la herramienta, que es la tecnología, para seguir dividiendo y alejando, y partiendo en dos la sociedad entre los que están muy arriba y muy abajo, sino que realmente lo que nos permite es acercarnos; y ahí no vemos que haya una voluntad.

¿Cuál es el rol que asume el tercer sector ante esta falta de voluntad?

Pensamos que no hay mejor sensibilización que demostrar haciendo. Igual que en su momento dábamos ayudas económicas al transporte público, porque hay personas que viven muy lejos y no pueden ni siquiera costearse eso, ahora parte de las ayudas económicas es para cargar datos, para que se muevan virtualmente. No nos sentimos haciendo el trabajo que otros no hacen. Ese trabajo es necesario y nos sirve para demostrar que si hay voluntad, se puede; y que al final todos somos personas, con o sin papeles, y con ese derecho al acompañamiento, al intentar salir de una situación mala, que al final nos puede pasar a todos y a todas.

Hablando de transformación digital en lo social, ¿Barcelona va por el buen camino?

Si no nos abrimos a la economía verde, azul, todos los colores que estamos sacando ahora, a nuevos sectores productivos más sostenibles, que pueden ofrecer incluso trabajos de más calidad, Barcelona, como cualquier otra ciudad, quedará rezagada. La apuesta es de modelo, y ahí es donde yo a menudo veo que las administraciones no están por la colaboración. Es un grave error, porque perdemos eficiencia y, sobre todo, perjudicamos a la ciudadanía, que al fin y al cabo se supone que es para quienes trabajan. Está bien el turismo, el sector servicios, los transatlánticos, los cruceros… No hay que eliminar nada, pero debemos poner nuevas capas, porque al final, si no, volvemos a crear un gigante con pies de barro, como nos pasó con el sector de la construcción en el 2008, que se juntó la tormenta perfecta, y ahora volvemos a tenerla. Es el momento de apostar por diversificar y sobre todo eso, en actividades productivas mucho más sostenibles, que tengan responsabilidad social, con mayor valor añadido y que permitan, al final, generar empleo de calidad. El reto está ahí para Barcelona, y la digitalización y la mecanización son inherentes.