¿Qué entendemos por colonialismo digital?
¿Impide esto a otros países desarrollar su propia tecnología?
¿Se esconde el colonialismo digital en programas de cooperación tecnológica?
¿Cómo impacta la centralización de la nube en China y Estados Unidos la soberanía de datos?
¿Considera la concentración de la nube un riesgo geopolítico real?
¿Gobierna Silicon Valley a todos los usuarios de la red, por encima del GDPR en Europa?
¿Rebasan las grandes tecnológicas a los estados en términos de poder?
Renata Avila es una abogado especializada en Derechos Humanos y tecnología que trabaja en pos de una agenda que garantice los derechos humanos de los usuarios de internet priorizando los países en el hemisferio sur. Así mismo, Renata ejerce como asesora legal en asuntos relacionados con los derechos humanos bajo las directrices de Baltasar Garzón y forma parte del equipo que defiende a Julian Assange.
"La tecnología es política", afirma, "y parte de mi trabajo consiste en explicar las dimensiones políticas de decisiones tecnológicas y su impacto en la sociedad. El papel que podrían tener en crear un mundo mejor, abordando desigualdades, distribuyendo el poder, reforzando la democracia y ampliando posibilidades creativas". La perpetuación del patriarcado, explica, es otro riesgo en nuestra sociedad actual, pero considera que contamos con el mejor conjunto de herramientas posible para nuestra defensa: los Derechos Humanos Universales.
¿Qué entendemos por colonialismo digital?
Por colonialismo digital se entiende el despliegue de un poder imperial a través de nuevas normas, diseños, lenguajes y culturas así como creencias que sirven sus intereses. En el pasado, los imperios expandían su poder a través del control de activos estratégicos como las rutas de comercio o los metales preciosos.
Hoy en día, los imperios tecnológicos controlan el mundo a través de datos y la propiedad de potencia computacional, a menudo con la activa colaboración de los más poderosos gobiernos del mundo que buscan la manera de satisfacer sus necesidades.
Al recolectar información personal y transaccional a escala nunca vista antes en la historia humana, unos cuantos actores corporativos tienen el poder de moldear la sociedad.
¿Impide esto a otros países desarrollar su propia tecnología?
Los imperios tecnológicos nos han hecho creer que no existe alternativa y que cualquier producto local, sea software, hardware o apps, no será igual de bueno, rápido o eficiente que los suyos. Además, esta dependencia trasciende la esfera individual.
La mayoría de los gobiernos han dejado en manos de unas pocas compañías la gestión de infraestructuras digitales críticas protegidas por leyes de comercio global. Un país, cuando decide proteger y subsidiar su sector tecnológico, se puede enfrentar a graves conflictos de comercio international.
Lo mismo ocurre con las leyes de adquisición si un gobierno decide comprar a sus proveedores tecnológicos locales. Es indudable que los gigantes globales ofrecen a los ciudadanos productos mejores y más baratos pero, ¿cuál es el precio de esa dependencia digital a largo plazo?
Todo esto se puede abordar con una mejor financiación pública a la innovación digital social, la creación de cooperativas globales para revertir el modelo de concentración de poder, el cambio de las leyes de adquisición favoreciendo mayor privacidad y seguridad y, sobre todo, un modelo de negocio diferente y no basado en la extracción de datos.
Según Michael Kwet, autor de 'Digital colonialism: US empire and the new imperialism in the Global South', las grandes compañías atraen a los jóvenes del hemisferio hacia sus productos desde edades tempranas a través de programas como Microsoft Partners in Learning, por ejemplo. ¿Se disfraza el colonialismo digital en programas de cooperación tecnológica?
Sin duda. Pero iré un paso más allá. También en economías desarrolladas millones de niños han estado utilizando plataformas de aprendizaje privadas de los gigantes tecnológicos, sobre todo durante la pandemia.
Un ejemplo es lo que está sucediendo ahora con la educación digital.
Al permitir una masiva digitalización de las aulas, los países han perdido la oportunidad de utilizar el big data y su análisis en profundidad para mejorar la calidad de sus sistemas educativos y desarrollar sistemas de inteligencia artificial interconectados con información pública.
No se trata sólo de la privacidad de los niños; es una forma acelerada y sutil de privatizar el futuro de la educación básicamente expropiando la posibilidad de hacerlo funcionar mejor.
Además, esos productos están diseñados con el sesgo racial y de género de un país, que se exporta ahora a todo el mundo. A menos que los padres reaccionen, como en Barcelona.
¿Queremos que nuestros niños sean educados, calificados y clasificados por sistemas que no podemos auditar? ¿Por sistemas inseguros que explotan sus datos? ¿Por sistemas sesgados que podrían decidir si mi hija es o no apta para la carrera que elija?
¿Cómo impacta la centralización de la nube en China y Estados Unidos la soberanía de datos?
Es un obstáculo para la competencia. Por ello carrera para conectar a los próximos mil millones de personas y liderar el despliegue del 5G son tan importantes para ambos países.
Si el modelo de negocio y ecosistema -el capitalismo de la vigilancia- sigue igual, el que gane dominará el futuro a nivel global.
Todo ello podría llegar a convertirse en una forma todavía más perversa de control, que yo describo como el ‘tecno brutalismo’.
Durante la pasada cima GovTech en noviembre pasado, Angela Merkel subrayó la necesidad de una nube computacional europea para evitar, por ejemplo, perder control de los datos a consecuencia de tensiones geopolíticas. ¿Considera ésta una amenaza real?
Totalmente, y lo ha sido desde hace tiempo. Me sorprende que hayamos tardado tanto en actuar al respecto. Europa ha ido muy despacio, incluso teniendo todos los recursos necesarios para abordar el colonialismo digital. No es sólo cuestión de seguridad y soberanía.
Sin acceso a la suficiente cantidad de datos, la Unión Europea no puede desarrollar su potencial en Inteligencia Artificial y beneficiar a su industria, gobierno y sector social. Será necesario estudiar la respuesta de la UE a la crisis Covid y el papel de la nube, sobre todo el que ha jugado la nube de datos sanitarios.
Europa desarrolló la GDPR, considerada como una de las normativas más avanzadas del mundo en relación a protección de datos. Sin embargo, no están los usuarios fuera de Estados Unidos de facto bajo la gobernanza extraterritorial de Silicon Valley?
Eso es. Y la GDPR es un parche a un sistema de negocio roto. Caro de implementar, lento para solucionar el problema. Demasiado lento. Y me temo que el plan de recuperación post Covid19 situará las reglas del comercio electrónico global en el centro, acelerando una regularización del comercio internacional que consolidará el modelo de Estados Unidos frente al de la Unión Europea en la próxima cima de la WTO (World Trade Organization).
¿Está rebasando el poder de las grandes compañías tecnológicas al de los estados y qué impacto tiene esto en la sociedad?
Esto no es algo nuevo, sobre todo en el caso de estados débiles. Y no sólo ocurre con Big Tech. Algunas compañías farmacéuticas y petroleras tienen más poder que países enteros. La diferencia hoy en día es que, por vez primera, este dominio también supone una amenaza para países poderosos y desarrollados y sus industrias, sistemas democráticos e incluso la infraestructura clave que necesitan para gestionar una emergencia.
La escala del fenómeno y lo sensible de las áreas que toca, desde elecciones a pandemia de la información, hace que sea imposible de ignorar. Pero para mí el problema es que la Unión Europea y otras instancias están abordando los síntomas, intentando por ejemplo neutralizar Big Tech con leyes antimonopolio, y no la enfermedad, el modelo de negocio del cual extraen valor. Es necesario diseñar un futuro diferente, aprobarlo, financiarlo e implementarlo.